Los antiguos símbolos —torres relucientes, gigantescos iconos culturales, construcciones incesantes— pueden hacer que resulte tentador afirmar que la arquitectura ha desaparecido, ya que parecen más silenciosas o inestables. Sin embargo, la tarea de dar forma al mundo construido no ha desaparecido. Simplemente se ha trasladado a nuevos ámbitos: la política, el rendimiento, la reutilización, los flujos de trabajo digitales y las reparaciones cotidianas que hacen que las ciudades sean habitables. En algunos lugares, las facturas tradicionales han disminuido y los titulares parecen sombríos; en otros, la tarea es más grande que nunca: reducir las emisiones de carbono, adaptarse al calor, realojar a las personas, convertir lo que ya no sirve en lo que se necesita. Estos no son signos de que un espacio esté muriendo. Son los contornos de un espacio en plena transformación, que está aprendiendo un nuevo nombre en la opinión pública.
¿Una crisis o una transformación?
La crisis es una situación en la que las herramientas conocidas no pueden resolver los problemas actuales. La transformación, por su parte, es una situación en la que se amplía el conjunto de herramientas al redefinir el problema del sector. En la actualidad, ambas situaciones son válidas. Muchas empresas, especialmente en el sector de las oficinas, informan de una disminución de la demanda, lo que podría interpretarse fácilmente como un descenso. Sin embargo, al mismo tiempo, las ciudades están creciendo, los edificios se están rediseñando desde la fachada hasta los sistemas, y se espera que la profesión lidere los temas de energía, salud e igualdad. La tensión entre estas dos realidades constituye el núcleo de la historia.
Observe atentamente las señales. En Estados Unidos, el índice de facturación arquitectónica, indicador adelantado del sector de la construcción, se ha mantenido por debajo del umbral de crecimiento durante gran parte de los últimos tres años, lo que refleja la situación negativa que persiste en algunos segmentos del mercado. Aunque esta situación pueda parecer pesimista, también nos recuerda que la «arquitectura» no puede reducirse a una única curva de ingresos. El alcance del trabajo se extiende a la estrategia de renovación, el rendimiento de los edificios y los espacios de reutilización adaptable, que no siempre se ajustan completamente a los criterios antiguos, pero que se consideran el efecto fundamental de la arquitectura.
Mientras tanto, la vida urbana no está disminuyendo. Más de la mitad de la humanidad ya vive en ciudades y se prevé que esta proporción alcance aproximadamente dos tercios para 2050. El entorno construido es el escenario de este cambio. El liderazgo en el diseño es necesario no solo para los nuevos barrios, sino también para la densificación cuidadosa de los barrios existentes: más viviendas, calles más frescas, mejor iluminación y ventilación en los edificios antiguos y servicios públicos dignos. Aunque la tarea se ha vuelto más difícil y menos atractiva, eso no la hace menos importante. Al contrario, la hace más importante.
La pregunta que no desaparece
Cada diez años, se encuentra una nueva forma de cuestionar si la arquitectura ha perdido su esencia. A principios de la década de 2000, Rem Koolhaas diagnosticó un mundo de «Junkspace», en el que los centros comerciales, los aeropuertos y los interminables espacios interiores climatizados habían convertido la arquitectura en una niebla logística. Era una provocación aguda, pero al mismo tiempo revelaba una verdad: los límites de la arquitectura ya se habían desplazado de los objetos a los sistemas: el aire, la luz, los flujos, el mantenimiento. Este cambio no mató a la disciplina, sino que reveló hacia dónde se había desplazado el poder. La versión actual de la pregunta «¿Está muriendo?» suele ocultar una pregunta más profunda: «¿Nos estamos dirigiendo hacia los objetivos correctos?».
Desde este punto de vista, el debate es fructífero. Obliga a los arquitectos a decidir si sus trabajos se centran principalmente en la forma o en los resultados obtenidos a través de las elecciones de diseño (confort, igualdad, carbono, seguridad, placer). La respuesta puede ser ambas cosas, pero el peso ha cambiado. Si la fachada de un edificio, su orientación y la elección de los materiales reducen el consumo de energía y mejoran la salud, aunque el resultado sea silencioso, se trata de diseño. Si la política y las compras orientan a todos los barrios hacia la resiliencia, aunque el conjunto de planos sea un éxito compartido entre urbanistas e ingenieros, también se trata de diseño. El campo no ha desaparecido, sino que ha entrado en la sala de máquinas.
¿Cómo se ha desarrollado la arquitectura a lo largo de la historia?
La arquitectura siempre se ha expandido para adaptarse a las nuevas realidades. Este oficio, que en su día se centró en la piedra, la madera y las proporciones, incorporó el acero y el vidrio, luego los sistemas mecánicos y ahora los sensores, el software y los flujos circulares de materiales. Cada ola parecía un final para algunos; cada una se convirtió en un nuevo punto de partida. La ola actual se define más por el rendimiento del conjunto que por la innovación de la forma: cómo respira un edificio, cómo envejece, cómo se descompone y cómo puede renacer como material para otra cosa.
Los objetivos climáticos están acelerando esta evolución. Las actividades en los edificios representan una gran parte del consumo energético y las emisiones globales. Esto significa que las cuestiones de diseño más importantes suelen estar ocultas en las elecciones de climatización, la envolvente del edificio, el sombreado, la orientación y la lógica de control. Si a esto le sumamos el carbono de los propios materiales (cemento, acero, vidrio), la definición de la tarea se amplía más allá de la fachada, hasta abarcar las cadenas de suministro y las estrategias de reutilización. En este panorama cada vez más amplio, la arquitectura no pierde protagonismo, sino que gana influencia.
Las aplicaciones reales ya reflejan esto. Una renovación que reduce a la mitad la demanda energética de una escuela y proporciona a los alumnos mejor luz natural y ventilación, aunque la ceremonia de inauguración sea más modesta, es tan arquitectónica como un edificio nuevo. La conversión de una antigua oficina en apartamentos de renta mixta es una arquitectura entrelazada con la política y las finanzas. Una clínica diseñada para mantenerse fresca durante las olas de calor sin sobrecargar la red es una infraestructura de salud pública disfrazada de edificio. No se trata de tareas secundarias. Son el centro de la historia.
¿Por qué es importante este debate?
Se trata de nuestro planeta y de la humanidad. Los edificios son responsables de una parte importante del consumo energético y de las emisiones relacionadas con la energía, por lo que cada decisión de diseño, como los materiales, la masa, la relación ventana-pared o las estrategias de control, tiene repercusiones que van mucho más allá de una sola obra. Para alcanzar los objetivos climáticos, es necesario realizar recortes significativos en la energía operativa y tomar decisiones más inteligentes en cuanto a los materiales. Esto convierte a los arquitectos, lo hayan planeado o no, en estrategas del carbono. No se trata de un cambio de misión, sino de una clarificación de la misma.
La tendencia demográfica aumenta aún más esta presión. Para mediados de siglo, la población urbana alcanzará dos tercios de la humanidad, y el mundo necesitará más viviendas, mejor transporte, calles más frescas, escuelas más seguras y edificios públicos verdaderamente funcionales. Sin calidad, la cantidad fracasará. Sin precios asequibles, la calidad será excluyente. El reto no es crear más edificios emblemáticos, sino mejorar a gran escala lo cotidiano: decenas de miles de proyectos diarios en los que el diseño mejora silenciosamente la salud, reduce las facturas y fortalece la comunidad. Es aquí donde el valor de la arquitectura se multiplica.
Percepción pública e identidad profesional
Es fácil que la gente identifique la arquitectura con la silueta y pase por alto el trabajo invisible que ilumina y hace habitables las habitaciones. Dentro de la profesión, también es fácil relacionar la identidad con los criterios de los periodos de auge. Cuando las facturas disminuyen, esto puede percibirse como un veredicto existencial. Sin embargo, las encuestas de opinión y los índices de facturación, aunque útiles, son instantáneas de los ciclos económicos, no veredictos sobre los objetivos. Nos dicen qué mercados están en auge, no si el trabajo es necesario. Y la necesidad es indudable.
Reformular la identidad comienza por contar historias diferentes sobre el impacto. Es la arquitectura de un proyecto de renovación energética de un barrio que reduce las cargas máximas durante las olas de calor. Es la arquitectura de una paleta de materiales que reduce las emisiones de carbono sin sacrificar la belleza. Una escuela que reduce el ruido, mejora la luz natural y ayuda a los niños a aprender es arquitectura. Puede que ninguno de estos proyectos sea tendencia en las redes sociales, pero son los lugares donde se ve más claramente el valor público de la profesión y donde se construirán cada vez más carreras. Si hay algo que está «muriendo», es el escenario limitado que se considera un éxito.
Preparación del terreno para la investigación
Esta conversación da mejores resultados cuando se mantiene concreta. Siga las pruebas: lugares donde el diseño ha reducido las emisiones; lugares donde pequeñas medidas repetibles han hecho que las ciudades sean más habitables; lugares donde un cuidadoso proceso de adaptación ha convertido activos anteriormente inutilizados en viviendas; lugares donde las empresas han ido más allá de los planos y han diversificado sus servicios con mediciones, asistencia para la puesta en marcha y garantías de rendimiento, lo que les ha permitido mantenerse. Como nos recuerdan los índices, los mercados mostrarán movimientos cíclicos, pero la tendencia a largo plazo relacionada con el clima, la salud y el cambio urbano no cambiará. Esto no es el fin de la arquitectura. Es, en realidad, el comienzo de la arquitectura.
2. La arquitectura como identidad: ¿Quién puede ser arquitecto?
La arquitectura se encuentra en un punto difícil en el que se cruzan el derecho, la cultura y el trabajo. Aunque la gente suele utilizar la palabra «arquitecto» como un término general para referirse a cualquier persona que dibuja edificios, la mayoría de los países reservan este término para aquellas personas que cumplen con estrictos requisitos de formación, exámenes y registro. La diferencia entre estos dos significados es donde surge la identidad: cómo se define la profesión, cómo la protege la ley y cómo todo el ecosistema creado por los diseñadores, tengan o no licencia, contribuye al mundo construido. En otras palabras, la respuesta a la pregunta «¿quién puede ser arquitecto?» depende de dónde te sitúes y de qué es lo que haces exactamente.
Licencias, títulos y límites legales
En los Estados Unidos, «arquitecto» es un título legal regulado por 55 juntas estatales y regionales. Para utilizar este título y firmar edificios, normalmente es necesario tener un título profesional de un programa aprobado por la NAAB, completar el Programa de Experiencia Arquitectónica (AXP) y aprobar el Examen de Registro de Arquitectos (ARE). Los estados también controlan los títulos: la mayoría prohíben que personas sin licencia utilicen el término «arquitecto» o incluso derivados relacionados en contextos relacionados con la construcción. Las normas de afiliación de la AIA también reflejan esta línea: «AIA» es para aquellos que tienen derecho legal a ejercer la profesión; «Assoc. AIA» es para los profesionales que ejercen la profesión antes de obtener la licencia. Estas restricciones se han establecido con el fin de proteger la salud, la seguridad y el bienestar del público, garantizando que las personas que prestan «servicios de arquitectura» rindan cuentas ante un colegio profesional.
Estos límites varían según el ámbito jurisdiccional y pueden incluir matices. Nueva York considera delito el uso indebido del título de «arquitecto». California, por su parte, protege este título, pero ha introducido excepciones de «edificios exentos» de alcance limitado, en virtud de las cuales las personas sin licencia pueden diseñar pequeñas casas de madera dentro de ciertos límites; sin embargo, estas personas no pueden seguir denominándose arquitectos. Al otro lado del Atlántico, el Reino Unido protege legalmente el título de «arquitecto» a través de los registros del Consejo de Registro de Arquitectos (ARB), mientras que la Directiva 2005/36/CE de la UE establece una base común para el reconocimiento de los arquitectos entre los Estados miembros. Aunque las regulaciones legales difieren en los detalles, el modelo general es el mismo: protección del título, una vía regulada para obtener la cualificación y una distinción clara entre quienes pueden presentarse al público como arquitectos y quienes no.
El auge de los «diseñadores» y los «creativos»
Dado que la profesión de «arquitecto» está estrictamente regulada en el sector de la construcción, muchas personas que realizan trabajos relacionados con esta profesión utilizan otros títulos: diseñador arquitectónico, especialista en tecnología, responsable de proyectos, artista de visualización, gestor BIM o simplemente «diseñador».
Algunos organismos incluso advierten sobre el uso de títulos como «diseñador arquitectónico», que podrían interpretarse como una licencia. Por ello, las empresas suelen optar por títulos neutros. Al mismo tiempo, fuera del ámbito de la construcción, el término «arquitecto» se utiliza libremente en el campo de la tecnología (por ejemplo, «arquitecto de software»). En este ámbito, los organismos reguladores no ven riesgo de confundir a la población en materia de seguridad en la construcción. En consecuencia, surge una terminología que refleja más el riesgo, la responsabilidad y las regulaciones legales que las habilidades.
Además, existe una capa «creativa» más amplia que da forma al entorno construido desde sus márgenes: educadores de diseño centrados en el contenido, detallistas de YouTube, aplicaciones de visualización independientes y estudios centrados en la investigación que influyen en las políticas o las elecciones de los clientes antes de que se publique un único conjunto de planos. Desde el punto de vista legal, no son «arquitectos» a menos que tengan licencia. Desde el punto de vista cultural, pueden cambiar este campo traduciendo códigos complejos, modelando la luz y el confort para los debates públicos o haciendo que las transformaciones residenciales sean comprensibles para las comunidades y las autoridades. Incluso las leyes estadounidenses, al permitir que, en determinadas circunstancias, se diseñen proyectos muy pequeños y de bajo riesgo sin arquitectos, aceptan silenciosamente este ámbito flexible, al tiempo que reservan a los titulares de licencias el título y la obligación de diligencia.
Arquitectos sin edificios: una tribu en crecimiento
Una parte importante de los arquitectos titulados trabaja ahora en puestos en los que el «edificio» es solo una parte o ni siquiera está presente. Los investigadores en diseño sanitario miden cómo la ubicación y la circulación del aire modifican los resultados. Los estudios que trabajan por el bien público combinan el diseño con la defensa de causas, la política y la organización comunitaria. Las agencias internacionales contratan a arquitectos para proyectos de mejora de barrios marginales y de renovación centrada en las calles, que combinan la planificación, la economía y el derecho. Estas vías demuestran que el pensamiento arquitectónico (sistemas, espacio, materiales, comportamiento humano) va mucho más allá de los trabajos tradicionales.
Los estudios sobre crisis lo han puesto especialmente de manifiesto. Desde los refugios de tubos de papel de Shigeru Ban hasta las casas resistentes a las inundaciones de Marina Tabassum en Bangladesh, los arquitectos ofrecen métodos y prototipos adaptados a la cultura, el clima y las realidades del suministro. Las ciudades también han adoptado la resiliencia centrada en el diseño. La visión de defensa costera «BIG U» de Nueva York es tanto un proyecto de ingeniería como un proyecto de espacio público. Lo importante no es que los arquitectos hayan abandonado los edificios, sino que la profesión está abordando cada vez más la política, la logística y el mantenimiento como materiales.


Educación y aplicación: caminos separados
La mayoría de los distritos judiciales de EE. UU. exigen que se obtenga un título aprobado por la NAAB, experiencia supervisada (AXP) y que se apruebe el examen ARE para poder utilizar el título y los sellos de diseño. El proceso es largo y variable: según los últimos datos del NCARB, en 2023 había aproximadamente 121 000 arquitectos con licencia, cifra que descendió a 116 000 en 2024, y unos 40 000 candidatos completaron activamente este proceso. Las escuelas evolucionan junto con los colegios, pero la misión de las escuelas es diferente a la de los colegios: las universidades imparten una educación amplia, mientras que los colegios otorgan licencias basadas en los requisitos mínimos para proteger al público. Por lo tanto, aunque los graduados se sientan «preparados», los colegios siguen exigiendo exámenes y una práctica verificada.
En el Reino Unido, se están reorganizando las etapas que van desde la formación hasta el proceso de registro. La ARB está pasando del sistema «Sección 1, 2 y 3», que se ha aplicado durante mucho tiempo, a unas competencias basadas en la aptitud y ha comenzado a acreditar los nuevos tipos de títulos. El RIBA sigue ofreciendo orientación sobre carreras profesionales y desarrollo profesional continuo (CPD), pero el proceso de registro que da derecho a utilizar el título de «arquitecto» sigue siendo responsabilidad del ARB. La orientación general está en consonancia con las tendencias mundiales: menos horas lectivas y más énfasis en las competencias demostrables, al tiempo que se mantiene el umbral legal que da sentido al título.
Perspectivas globales sobre el papel de la arquitectura
El significado jurídico del término «arquitecto» varía según el país. En Alemania, el título de «Architekt» y los títulos relacionados están protegidos por ley; para utilizar este título y ejercer la profesión, es obligatorio estar inscrito en el colegio profesional correspondiente. En Japón, el sistema Kenchikushi concede licencias a diseñadores de primera clase, segunda clase y de estructuras de madera, cada uno con un ámbito de competencia, exámenes y responsabilidades específicos. En Turquía, para ejercer la profesión de ingeniero y arquitecto, los profesionales deben registrarse en el colegio correspondiente, de conformidad con la Ley n.º 6235. Se trata de un modelo institucional que vincula el título y el ejercicio de la profesión a una institución de derecho público. Diferentes caminos, misma idea básica: proteger a la población, definir la competencia y garantizar que el título pueda vincularse a un registro.
Las normas nacionales superiores añaden otra capa más. En la UE, la Directiva 2005/36/CE establece un marco para el reconocimiento mutuo de las cualificaciones profesionales y permite a los arquitectos ejercer su profesión en los Estados miembros cuando su formación cumple con los estándares de la directiva. Esta portabilidad refuerza el significado público del título: cuando se contrata a un «arquitecto» en Dublín o Berlín, esta palabra denota un nivel de formación y responsabilidad regulado, aunque las leyes locales sigan controlando los sellos, los ámbitos de aplicación y las exenciones.
3. Las herramientas cambiantes de la profesión
Las herramientas de arquitectura siempre han sido máquinas del tiempo. Desde la tinta sobre pergamino hasta los vectores en pantalla y los modelos ricos en datos en la nube, cada cambio ha transformado no solo el aspecto de los dibujos, sino también la forma en que los equipos piensan y toman decisiones juntos. El conjunto de herramientas actual abarca desde el modelado paramétrico y la simulación basada en la física hasta los asistentes de inteligencia artificial que pueden examinar miles de opciones antes de la hora del almuerzo. Hay un cambio simple detrás de las palabras de moda: estamos pasando de dibujar cómo se ve un edificio a modelar cómo se comporta a lo largo de toda su vida útil. Estándares como ISO 19650 y openBIM/IFC han surgido para garantizar la coherencia de este flujo de trabajo en expansión y con gran cantidad de datos entre empresas, software y fronteras.
La frontera no es una sola aplicación, sino un ecosistema. Las plataformas en fase inicial incorporan análisis de viento, ruido, luz solar y masa en el trabajo conceptual; los entornos de datos compartidos organizan modelos, documentos y decisiones para equipos distribuidos; los puentes de código abierto transfieren geometría y propiedades entre herramientas incompatibles. El objetivo no es cambiar a los arquitectos, sino eliminar los fricciones para que se pueda prestar más atención al juicio, la síntesis y el cuidado.
De las tablas de diseño a la inteligencia artificial productiva
El camino desde la regla T hasta los comandos de texto es más sencillo de lo que parece. El CAD democratizó la precisión en los años 80 y 90, mientras que el BIM transformó los dibujos en modelos dinámicos al combinar la geometría con los datos. Hoy en día, los flujos de trabajo «productivos» y «asistidos por IA» siguen la misma curva, pero multiplican las opciones y los ciclos de retroalimentación a la velocidad del concepto. Los momentos decisivos están bien documentados: la explosión de AutoCAD en la década de 1980, la maduración de BIM en la década de 2000 y, ahora, las herramientas en la nube que pueden analizar el viento, el sol y el ruido de un sitio en cuestión de minutos.
Un caso práctico útil es el proyecto «Project Discover/Rediscover» de Autodesk. En este proyecto, se crearon y evaluaron miles de diseños de espacios de trabajo para la oficina de la empresa en Toronto utilizando conjuntos de reglas y objetivos medibles. En lugar de cambiar el objetivo del diseño, el sistema amplió el campo de búsqueda y reveló las concesiones que el equipo podía negociar con los clientes. Esta mentalidad, que consiste en definir las reglas, puntuar las más importantes y repetir rápidamente, se está trasladando ahora a la planificación conceptual diaria a través de plataformas como Autodesk Forma (basada en la tecnología adquirida por Spacemaker).
El elemento fundamental que evita que esto se convierta en un silo es la estandarización. openBIM e IFC ofrecen una forma independiente del proveedor para definir edificios, lo que garantiza la protección de la información durante las transferencias, las revisiones y los ciclos de vida prolongados. Esto cobra importancia cuando «su diseño» se asemeja más a una base de datos que a una simple página, con relaciones, ensamblajes, objetivos de rendimiento y programas.
BIM, la desaparición de los códigos y los bocetos
El BIM ha acercado aún más las normativas de construcción y los controles de calidad al diseño, en lugar de alejarlos. Las herramientas de control de modelos comprueban las reglas establecidas con respecto a la geometría y los datos creados, señalando las deficiencias de accesibilidad, la lógica de las salidas de emergencia o la integridad de la información antes de que lleguen a la obra. Los investigadores incluso han demostrado cómo los lenguajes visuales y las reglas lógicas pueden automatizar algunas partes del control de código. El objetivo no es reducir el diseño a la conformidad, sino detectar los conflictos de forma temprana y así garantizar que la creatividad no se desperdicie corrigiendo errores que se pueden evitar.
Si esto parece el fin del boceto, es todo lo contrario. Los bocetos a mano y en tableta siguen siendo la forma más rápida de expresar intuiciones y debatir ideas en tiempo real; simplemente se suman a los bocetos paramétricos y los estudios de modelos rápidos. En la práctica, muchos estudios hacen bocetos para encontrar la pregunta, luego modelan para probar la respuesta y van y vienen entre ambos hasta que la idea cuaja.
Plataformas de colaboración y estudio en la nube
El «estudio» moderno es un espacio de datos compartido. La norma ISO 19650 formaliza el concepto de Entorno de Datos Compartido (CDE), que es una única fuente de realidad gestionada para modelos, dibujos y datos no gráficos. En el CDE, los permisos, las versiones, los estados y los metadatos forman parte de la infraestructura de diseño, no son elementos añadidos posteriormente. La Guía Marco BIM del Reino Unido muestra cómo la información de estos estados y flujos de trabajo debe transferirse desde la fase conceptual hasta la fase de entrega y al modelo de información de activos.
Las plataformas comerciales luego implementan este estándar. Autodesk Construction Cloud/BIM 360 aplica los conceptos de CDE con funciones de creación de versiones, aprobación y seguimiento de problemas para equipos distribuidos; Trimble Connect, por su parte, se posiciona de manera similar como un CDE basado en la nube. En torno a estos centros, herramientas abiertas como Speckle permiten a los equipos comparar opciones y a las partes interesadas trabajar en armonía sin tener que lidiar con la confusión de archivos, transfiriendo geometrías y atributos entre aplicaciones de escritura y paneles de control. El resultado arquitectónico se convierte en un modelo vivo y accesible desde cualquier lugar, así como en un registro trazable de las decisiones.
Arquitectura en la era paramétrica
El pensamiento paramétrico no es solo un estilo; es una forma de codificar las relaciones que dan forma a los resultados. El manifiesto «Parametricism» de Patrik Schumacher expuso este objetivo cultural; en la práctica diaria, las personas aprenden a utilizar Grasshopper y Dynamo para establecer relaciones de causa-efecto: cambian la profundidad de una ventana y observan cómo responden las mediciones de luz solar y las cargas térmicas. Los ecosistemas de código abierto, como Ladybug Tools, añaden motores verificados (Radiance, EnergyPlus, OpenFOAM) a estos scripts, de modo que el rendimiento se convierte en un entorno de bocetos en lugar de un informe en fase avanzada.
Cuando los parámetros y el contexto se combinan, los resultados pueden ser silenciosamente radicales: fachadas ajustadas según el brillo y el calor, planos que equilibran la autonomía de la luz natural con el carbono concreto, y una masa que tiene en cuenta el confort del viento en la calle. La magia no es una onda sinusoidal, sino un ciclo de retroalimentación. Con unos pocos parámetros y verificadores bien elegidos, el diseñador puede descubrir familias de soluciones que llevarían semanas encontrar a mano y seleccionar la más generosa para los usuarios y la más eficiente desde el punto de vista energético.
¿Es un vehículo o una persona? ¿Quién diseña los diseños?
La IA ha puesto de relieve la cuestión de la autoría. Las organizaciones del sector adoptan una postura clara al respecto: independientemente de las herramientas utilizadas, el profesional con licencia sigue siendo responsable del trabajo y de su seguridad. La posición de NCARB para 2024 hace hincapié en la rendición de cuentas en las aplicaciones basadas en IA, mientras que el marco ético de AIA sigue basándose en la responsabilidad ante el público. Mientras tanto, las encuestas muestran una adopción rápida pero pragmática: los informes de 2024 y 2025 del RIBA observan un aumento en las aplicaciones que prueban la IA, principalmente para la investigación, la visualización y la documentación repetitiva, y luego la utilizan de forma habitual, al tiempo que advierten sobre los riesgos relacionados con los datos, los sesgos y la propiedad intelectual.
El enfoque más saludable es considerar la IA como un socio con limitaciones. Las plataformas en fase inicial, como Forma, utilizan la IA para probar las respuestas del sitio; los modelos de imagen y texto crean opciones o borradores de notas; las políticas de la empresa y los controles CDE mantienen seguros los datos de los clientes. La persona o el equipo que establece los objetivos, selecciona los criterios, evalúa las compensaciones y firma los bocetos sigue siendo el autor. En este sentido, las nuevas herramientas no eliminan la autoría, sino que requieren una autoría más sólida, capaz de dirigir más información de forma más rápida hacia resultados más humanos.
4. Nuevos formularios, nuevos nombres: ¿Dónde se esconde la arquitectura hoy en día?
En la actualidad, la arquitectura más interesante suele parecerse a otra cosa. Antes de que se hagan los planos, se presenta como una política que cambia una calle, un servicio que reorganiza la forma en que las personas se desplazan por la ciudad, un pabellón temporal que reconfigura los debates públicos o un protocolo de renovación que aborda todo el barrio como un único proyecto. Los diseñadores lo llaman «trabajar con la materia oscura» —las reglas, relaciones e incentivos que dan forma a lo que se puede construir— porque cambiar estos elementos a veces tiene más impacto que añadir un objeto más al silueta. Esta práctica no ha desaparecido, sino que se ha extendido a sistemas, experiencias y prototipos que allanan el terreno para que puedan surgir mejores edificios y, con ellos, mejores vidas.
Si necesita un mapa, comience por la proximidad y el comportamiento. Ideas como la «ciudad de 15 minutos» centran la atención en el acceso diario: ¿pueden las personas llegar a sus trabajos, escuelas, alimentos, servicios de salud y espacios verdes con un breve paseo o trayecto en coche? Se trata de una cuestión espacial con repercusiones sociales que redefine el diseño, tanto de las calles y los muros como de la coreografía de los servicios. Cuando los gobiernos adoptan herramientas de pensamiento sistémico para resolver problemas complejos, en realidad están tomando prestada la perspectiva arquitectónica: mapean los actores, los flujos, los umbrales y las retroalimentaciones, y luego convierten esos mapas en políticas y proyectos.
Diseño urbano, diseño de la experiencia del usuario y pensamiento sistémico
Las ciudades son interfaces concurridas. La orientación, la luz del día, el ruido, el microclima y el flujo de personas no son detalles secundarios, sino que conforman la experiencia del usuario en un lugar. Los aeropuertos lo ponen de manifiesto porque el fracaso es evidente: perder una señal significa perder un vuelo. Las guías publicadas recientemente enumeran una serie de herramientas, desde señales dinámicas hasta navegación por sensores, que demuestran que una mejor experiencia de usuario reduce el estrés y aumenta la seguridad en terminales complejas. El mismo razonamiento se aplica a las calles y estaciones: diseña la capa de información y cambia la sensación de la ciudad antes de tocar los ladrillos.
El pensamiento sistémico devuelve la lente de la experiencia del usuario (UX) a la escala política. El conjunto de herramientas del Gobierno británico enseña a los funcionarios públicos a mapear las relaciones causa-efecto, identificar los puntos de palanca y crear prototipos de intervención antes de incurrir en grandes gastos. Si se combina esto con marcos de proximidad urbana como la ciudad de 15 minutos, se obtiene un resumen arquitectónico que comienza con el acceso y el mantenimiento, y se extiende hasta los planes de manzana, las intersecciones, las zonas de sombra, las normas para las fachadas de las tiendas y las obras de renovación de edificios. En otras palabras, el lugar se convierte en un servicio; adquiere una arquitectura que abarca todo, desde la gobernanza hasta las aceras.
La arquitectura de las aplicaciones, las marcas y las experiencias
Algunas de las «construcciones» más llamativas del mundo se han convertido en plataformas de experiencia que utilizan la arquitectura como una coraza. El programa minorista global de Apple, realizado en colaboración con Foster + Partners, demuestra que una tienda puede ser el espacio público de una marca: las enormes puertas correderas eliminan los umbrales, las plazas acogen eventos y los interiores están diseñados para ofrecer tranquilidad, luminosidad y comodidad, más que para ser un mero espacio de exposición. Por supuesto, estos espacios venden, pero también educan, proyectan películas y reúnen a las comunidades. De este modo, defienden que el tiempo que pasas allí es tan importante como lo que compras.

Los pensadores del mundo empresarial se dieron cuenta de ello hace mucho tiempo: cuando los bienes y servicios se convierten en mercancías, las experiencias memorables se transforman en una oferta económica. Este cambio atrajo a los arquitectos hacia la coreografía: el sonido, el orden, la hospitalidad, la orientación y los micro rituales. De este modo, se estableció un puente entre la «experiencia de usuario» en la pantalla y la experiencia de usuario más amplia de una región. Desde los aeropuertos que utilizan guías digitales en tiempo real hasta los foros minoristas donde se imparten clases diarias, la frontera entre la interacción con las aplicaciones y la interacción con la arquitectura ha dejado de ser un muro para convertirse en un gradiente.
Instalaciones temporales y activismo espacial
Los proyectos de corta duración suelen ser los que más cambian las ciudades a largo plazo. El Park(ing) Day comenzó en San Francisco con la ocupación de una sola plaza de aparcamiento; se convirtió en un ritual global de código abierto en el que la gente transformaba el asfalto de las aceras en pequeños parques durante un día, sembrando las semillas de políticas para parques permanentes y calles más tranquilas. El poder no estaba en el banco ni en el césped, sino en la prueba pública de una asignación diferente de la calle que las autoridades podrían legalizar posteriormente.
En el otro extremo, los encargos del Serpentine Pavilion y las viviendas para refugiados de Better Shelter, que vienen en paquetes planos, demuestran cómo los prototipos pueden cambiar el discurso y salvar vidas. Cada verano, una estructura de pabellón en Londres transforma la luz y el programa en una clase abierta al público; en algunos años, incluso prueba cadenas de suministro más justas. Mientras tanto, un galardonado refugio de emergencia diseñado en colaboración con la Fundación IKEA y ACNUR ha demostrado que puede proteger la dignidad humana a gran escala con puertas con cerradura, ventilación y sistemas de iluminación con energía solar. Ser temporal no significa ser insignificante cuando surgen nuevos estándares o una nueva comprensión de la compasión.

Las colectividades comunitarias llevaron esto aún más lejos. El hecho de que Assemble ganara el Premio Turner por su trabajo con los residentes de Granby Four Streets, en Liverpool, difuminó los límites entre el arte, la arquitectura y los conceptos de autoconstrucción, y demostró que las pequeñas acciones tácticas pueden reconstruir la confianza y el tejido social de un barrio. El activismo aquí no es solo protesta, sino la creación lenta y conjunta de espacios que las personas pueden poseer.

La arquitectura como narrativa, performance o protesta
A veces, el mensaje es el propio espacio. La obra Blur Building, de Diller Scofidio + Renfro, era, literalmente, una nube: agua filtrada del lago convertida en una niebla por la que se podía caminar. Esta obra transformó un pabellón en una plataforma de debate sobre la atmósfera y la percepción. La obra Parc de la Villette, de Bernard Tschumi, enmarcaba un parque como un espacio de actividad en el que la arquitectura organizaba encuentros más que objetos. Ambas obras tratan la forma como un escenario para el tiempo y nos recuerdan que lo que ocurre en un espacio puede ser el verdadero diseño.

Los movimientos de protesta tienen una arquitectura propia: tiendas de campaña, andamios de bambú, barricadas temporales e información que desvía la atención de las calles. Los investigadores que estudiaron el Movimiento de las Umbrelas en Hong Kong documentaron cómo las tácticas espaciales, como la ocupación, las infraestructuras de los campamentos y las estructuras improvisadas, se convirtieron en un medio para hacerse oír y ganar visibilidad. Los museos, al reconocer que el poder, al igual que la arquitectura, es espacial, comenzaron a exhibir estas tácticas como diseño.
Los edificios ya no son el producto principal.
Si solo mides el resultado en metros cuadrados nuevos, te perderás gran parte de la dirección que está tomando la profesión. Los programas de renovación a escala de barrio, como Energiesprong, tratan las viviendas como un kit de piezas repetibles (fachadas prefabricadas, sistemas de climatización mejorados, fuentes de energía renovable in situ) y las presentan como una promesa de rendimiento financiada con el ahorro energético futuro. Se trata de una arquitectura orientada a los resultados: hogares más cálidos, facturas más bajas, menos carbono, paisajes urbanos renovados. El «proyecto» no es un solo edificio, sino una cadena que transforma toda la cartera de edificios de derrochadores a netos cero.
Incluso en las tiendas minoristas icónicas, el espacio se está convirtiendo cada vez más en una plataforma de programación. Las últimas tiendas insignia de Apple albergan foros, clases creativas y plazas públicas, lo que demuestra que su propuesta de valor es tanto la comunidad y el aprendizaje como la transacción. En ambos casos (proyectos de renovación y plataformas de experiencia), el edificio es un medio, no un fin. El autor de esta historia sigue siendo arquitecto, solo que ahora es un arquitecto que escribe sobre política, servicios y tiempo.
5. Presiones económicas y sociales que dan forma a la profesión
La precariedad de la profesión de arquitecto
Si le preguntas a cualquier arquitecto qué es lo que le quita el sueño por las noches, siempre obtendrás la misma respuesta: que el trabajo sea demasiado intenso o que no haya nada que hacer, la caída de los salarios y la sensación de que una sola fluctuación del mercado puede vaciar el estudio. En 2025, el índice de facturación de AIA/Deltek Architecture se mantuvo por debajo de 50 durante meses, lo que indica una contracción en lugar de un crecimiento. La cifra de junio fue de 46,8, lo que supuso la continuación de la larga y desigual caída que sufrieron las empresas tras el repentino aumento que siguió a la pandemia. Cuando disminuyen las facturas, también lo hace el número de empleados, lo que intensifica la dependencia que la profesión tiene desde hace tiempo de las horas extras.
En la oficina, este problema se manifiesta en forma de largas jornadas laborales y horas extras no remuneradas. El Informe sobre el lugar de trabajo y el bienestar, basado en la encuesta de 2024 publicada por el RIBA en abril de 2025, reveló que las horas extras son habituales y que la mayoría de los arquitectos las realizan sin remuneración, recayendo la mayor carga sobre los hombros de los trabajadores jóvenes y con salarios bajos. Esta situación ha dado lugar a nuevas organizaciones: en 2024, Bernheimer Architecture aprobó el primer convenio colectivo del sector privado en la industria de la arquitectura de Estados Unidos. Esto supuso una ruptura simbólica con la cultura de «sonreír y aguantar» del sector y fue una señal de que las condiciones laborales se habían convertido en parte de los debates sobre diseño.
Trabajar para ser reconocido: La cultura del diseño gratuito
La relación de la arquitectura con los concursos, los premios y las convocatorias abiertas puede ser un arma de doble filo. Si bien prometen visibilidad, aprendizaje y la emoción de las ideas puras, también exigen trabajo gratuito y cuotas de inscripción que muchas personas no pueden pagar. Las noticias y debates que han surgido recientemente muestran que los concursos especulativos suponen largas noches de trabajo con pocas posibilidades de obtener una comisión, mientras que los premios «por participación» normalizan unos presupuestos de marketing que las pequeñas empresas no pueden permitirse. El mundo del diseño en general está empezando a oponerse a este modelo, calificándolo de injusto y perjudicial para las prácticas equitativas.
Los organismos reguladores y los consejos intentaron establecer límites. Mientras que el NCARB se opuso abiertamente a las prácticas de arquitectura gratuitas, el RIBA advirtió a los estudios de arquitectura con licencia que rechazaran las horas extras gratuitas y mantuvieran los salarios reales. Estas señales son importantes, ya que cambian los límites de lo que se considera «profesional». Sin embargo, la cultura no cambia solo con declaraciones; cambia cuando los clientes aceptan pagar por las ideas, cuando los jurados premian las obras construidas que están vinculadas a resultados sociales y cuando las empresas toman decisiones de marketing que no requieren que sus empleados dediquen su tiempo libre a apoyar a la empresa.
Competir con los gigantes de la tecnología y el sector inmobiliario
El mercado laboral no es un campo de juego justo. En Estados Unidos, un arquitecto recién licenciado gana un salario medio de 96 700 dólares, mientras que los desarrolladores de software ganan alrededor de 133 000 dólares y los directores de obra, unos 107 000 dólares. Esta diferencia, que se repite en las ciudades, atrae a los graduados con conocimientos de diseño hacia puestos relacionados con el producto, la visualización de datos y la gestión de la construcción, lo que dificulta que los que trabajan en estudios tradicionales se mantengan en sus puestos. Las cifras no lo dicen todo, pero explican por qué muchos arquitectos están dividiendo ahora sus carreras entre sectores vecinos.
Al mismo tiempo, las empresas tecnológicas y inmobiliarias también han creado potentes equipos internos. Mientras que Amazon busca directamente expertos en arquitectura y desarrollo en sus anuncios de Diseño y Construcción, Google, en su división de Servicios Inmobiliarios y Espacios de Trabajo, fomenta un enfoque centrado en el diseño en sus campus e interiores. Incluso en la era del trabajo colaborativo, WeWork ha demostrado hasta qué punto una empresa puede internalizar la arquitectura y ha contratado a talentos reconocidos para escalar un producto espacial de marca. La lección que se puede extraer de esto es clara: los arquitectos no solo compiten con otras empresas, sino también con empleadores que incorporan la capacidad de diseño y ofrecen paquetes salariales que muchos estudios no pueden igualar.
¿Quiénes reciben fondos? ¿Quiénes se construyen?
Los proyectos siguen la política y el capital. En Europa, la Onda de Renovación tiene como objetivo duplicar las tasas de renovación para 2030 y renovar 35 millones de edificios. Esto supone un gran cambio en el enfoque, pasando de construir nuevos edificios emblemáticos a realizar renovaciones profundas y mejorar el rendimiento. En Estados Unidos, los incentivos y créditos fiscales de la era IRA están dirigiendo el dinero hacia la eficiencia energética, la electrificación y, en ocasiones, la conversión de oficinas en viviendas. Las ciudades y los estados están añadiendo su propio impulso, desde créditos fiscales históricos hasta subvenciones específicas, que determinan qué propuestas se llevarán a cabo y cuáles se archivarán. Para los arquitectos, conocer los incentivos es ahora tan importante como conocer la información básica.
El acceso a las comisiones también depende de quiénes se sientan a la mesa. La estructura demográfica entre los candidatos y los nuevos titulares de licencias está mejorando, pero la población titular de licencias aún no refleja a la sociedad en general y las diferencias salariales persisten desde la graduación. La arquitectura es uno de los sectores en los que la diferencia de género es más evidente al inicio de la carrera profesional en el Reino Unido. La diversidad de quienes dirigen los equipos y firman los contratos no es solo una cuestión de justicia, sino que también influye en qué problemas se priorizan y qué comunidades reciben inversiones.
El costo de mantenerse al día
La aplicación moderna se ha convertido en una carrera por el software y las certificaciones. Mientras que las licencias BIM básicas, como Revit, cuestan aproximadamente 3005 dólares al año por usuario, Creative Cloud Pro ha pasado a costar 69,99 dólares al mes en los planes anuales en Norteamérica, y en 2025 se aplicarán cambios en los precios. Si se añaden motores de renderizado, almacenamiento en la nube y plataformas de gestión de proyectos, el coste mensual aumenta rápidamente. En una evaluación comparativa realizada en el Reino Unido en 2024-2025, se observó que los costes de TI aumentaron drásticamente debido a la inversión realizada por las aplicaciones para adaptarse a estos avances. Ninguno de ellos produce dibujos directamente facturables, pero todos se han convertido en requisitos básicos para conseguir trabajo.
A continuación vienen los certificados. Las tarifas de los proyectos WELL y los exámenes WELL AP, la formación y los exámenes Passive House y la acreditación LEED aportan fiabilidad y ofrecen nuevas oportunidades, especialmente en proyectos financiados con fondos públicos o centrados en la sostenibilidad, pero también añaden costes recurrentes y tiempo de trabajo, lo que supone una carga importante para los equipos pequeños. La jugada estratégica consiste en alinear tus referencias con los objetivos que realmente persigues: si tu ciudad subvenciona las obras de renovación, Passive House o LEED pueden ser una fuente de ingresos, no solo una línea más en tu currículum.