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Burj Khalifa y el fin del diseño a escala humana

Başlıklar

El contexto del objetivo vertical

El trasfondo histórico de la evolución de los rascacielos

Los rascacielos surgieron debido a la falta de espacio horizontal en las ciudades y al descubrimiento de una nueva seguridad estructural. A finales del siglo XIX, en Chicago, las estructuras metálicas sustituyeron a los pesados muros de piedra y permitieron que los edificios se elevaran sin derrumbarse bajo su propio peso. Los ascensores eliminaron las barreras psicológicas relacionadas con la altura y la idea de considerar los edificios como barrios verticales se volvió plausible tanto para los ingenieros como para los ciudadanos comunes. El Home Insurance Building, que utilizaba una estructura metálica en lugar de piedra apilada para soportar el peso, se considera a menudo un punto de inflexión temprano que lo cambió todo.

A medida que avanzaba el siglo XX, los marcos de acero, los soportes contra el viento y la resistencia al fuego se convirtieron en un conjunto de herramientas comunes. Este proceso, que parecía una carrera hacia la victoria, también significaba la mejora continua de los métodos: marcos más ligeros, núcleos más resistentes, fachadas más inteligentes y estructuras más seguras. La altura se convirtió en una especie de teatro público para el capital privado; cada piso adicional se transformaba en espacio alquilable e interés cultural. Esta conexión entre la tecnología y las finanzas significaba que las siluetas reflejarían los ciclos económicos y los gustos artísticos.

Las torres «megatall» actuales, incluida la Burj Khalifa, son herederas de esta tradición que se extiende desde Chicago hasta Nueva York, pero se basan en una nueva lógica estructural. En lugar de un solo tubo o un marco simple, distribuyen las fuerzas mediante planos moldeados y núcleos ajustados que dirigen el viento alrededor del edificio. Aquí es donde la historia de la altura se convierte en una historia de geometría y aerodinámica; este cambio hace que la altura extrema parezca tranquila y controlada, en lugar de temeraria.

La visión urbana y la estrategia económica de Dubái

La era de los rascacielos de Dubái no es una casualidad arquitectónica, sino una estrategia económica. La agenda D33 de la ciudad, que abarca el esplendor urbano, las infraestructuras y el espíritu emprendedor, está claramente relacionada con el plan de duplicar la economía para 2033 y situarse entre las tres mejores ciudades del mundo para vivir, invertir y trabajar. Una silueta llena de los conocidos rascacielos de Dubái actúa como señal y plataforma: promete un determinado estilo de vida y ritmo de trabajo, al tiempo que atrae capital, talento y visitantes.

Además de los objetivos de crecimiento, el Plan Maestro Urbano de Dubái para 2040 tiene como objetivo reequilibrar la habitabilidad de la ciudad ampliando las zonas verdes, aumentando la eficiencia de los recursos y conectando barrios más saludables. En el lenguaje político, se percibe el deseo de transformar la imagen de una ciudad centrada en los automóviles y basada en centros comerciales en una ciudad más transitable, inclusiva y resistente. El objetivo es mantener la escala global sin perder el confort humano, un equilibrio especialmente delicado en una metrópolis con un clima cálido.

El turismo ocupa un lugar central en esta estrategia. Las campañas y las nuevas vías de obtención de visados han convertido a Dubái en un destino por derecho propio, y no solo en un lugar de paso, y los récords de visitantes han contribuido a confirmar la validez de las inversiones realizadas en edificios emblemáticos y zonas turísticas. La silueta es un activo de marketing, pero solo funciona cuando la experiencia a nivel del suelo (transporte, sombra, espacios culturales, hoteles asequibles) avanza al mismo ritmo. Dubái está tratando ahora de gestionar claramente esta tensión.

El simbolismo de la altura en la arquitectura global

Las torres siempre han sido altavoces de mensajes silenciosos. Un edificio muy alto concentra ideas como la nacionalidad, el poder institucional y la superioridad tecnológica en una sola silueta contra el cielo. Desde Nueva York hasta Kuala Lumpur, y de ahí a Dubái, cuanto más alto se eleva un edificio, más actúa como un cartel publicitario que refleja los valores de quienes lo han construido. Aunque las fachadas sean diferentes, el mensaje común es el deseo de ser visto, tenido en cuenta y recordado.

Sin embargo, los símbolos cambian con el tiempo. En el siglo XXI, un edificio que bate récords no solo debe ser alto, sino que también debe tener características de eficiencia, armonía cultural y sensibilidad medioambiental. La geometría del Burj hace referencia a las formas regionales, mientras que su núcleo estructural resuelve los problemas de viento y estabilidad con una economía elegante. Esta dualidad simboliza tanto la pertenencia local como la sofisticación global. La lección que se puede extraer de ello es que, hoy en día, la altura debe transmitir un mensaje sobre la identidad, el clima o la vida pública, ya que, de lo contrario, corre el riesgo de ser percibida como una estructura que se puede resumir en una sola frase.

Culturalmente, el significado de los rascacielos es ahora más ambiguo. Todavía pueden evocar un sentimiento heroico, pero al mismo tiempo plantean cuestiones como la desigualdad, las emisiones de carbono y a quién pertenece realmente el cielo. Las ciudades esperan cada vez más que los edificios altos aporten beneficios a través de los espacios públicos, las conexiones de transporte o el rendimiento medioambiental, de modo que el simbolismo de la altura no eclipse la realidad que se vive abajo.

Concurso de Arquitectura para el Cielo

La «carrera hacia el cielo» es más antigua que Dubái. En 1930, el edificio Chrysler ostentó el récord mundial durante un breve periodo de tiempo, antes de que el Empire State Building lo eclipsara. La rivalidad entre estos dos edificios convirtió la construcción de acero en un deporte que acaparaba los titulares. Estos acontecimientos enseñaron a los promotores que la publicidad y el prestigio podían ser tan valiosos como el alquiler, y a los ingenieros a escenificar la construcción como si fuera una coreografía. El público aprendió a leer las grúas como los aficionados al deporte leen los marcadores.

A finales del siglo XX, la bandera pasó a Asia y al Golfo. Las Torres Petronas y el Taipei 101 llevaron el récord mundial al este, y luego el Burj Khalifa redefinió por completo la escala. El sistema de núcleo reforzado, mediante un diseño de tres lóbulos que retrocede al ascender, dirige la gravedad y el viento hacia el suelo, lo que permite que los 828 metros de aparente delgadez se comporten como un cuerpo único y estable frente al viento. En una carrera, esto es como la diferencia entre esprintar y correr a ritmo constante; la forma se convierte en una estrategia para controlar la aerodinámica.

Dejando a un lado los récords, la verdadera competencia ahora es cualitativa. Las torres superaltas compiten por la elegancia con la que se integran en la calle, por el bajo consumo de energía por metro cuadrado y por el número de espacios públicos que albergan. Mientras que en la década de 1930 la victoria se medía en metros, en la década de 2020 se mide en experiencia, adaptabilidad y carbono del ciclo de vida. Este cambio está reconfigurando la «competición» para que sea más inteligente en lugar de más alta.

Las prioridades urbanas cambiantes en el siglo XXI

La política urbana global se está orientando hacia barrios compactos, de uso mixto y con abundantes opciones de transporte público, donde la vida cotidiana no se encuentra a kilómetros de distancia, sino a pocos minutos. La accesibilidad, la sombra y el aire limpio ya no son un lujo, sino requisitos básicos para la dignidad humana. La Nueva Agenda Urbana refleja este espíritu y exige a las ciudades que diseñen proyectos que tengan en cuenta al mismo tiempo la salud social y la responsabilidad climática. Esta directriz está cambiando nuestra forma de evaluar tanto los rascacielos como las calles que los rodean.

Dubái comenzó a incorporar estas ideas a su vocabulario. El plan 2040 habla de duplicar las zonas verdes y las áreas de descanso, así como de aumentar la eficiencia de los recursos, mientras que la iniciativa «ciudad de 20 minutos» intenta situar los lugares de trabajo, las escuelas y los servicios a una distancia que se pueda recorrer a pie, en bicicleta o en transporte público. En una ciudad donde predomina el calor intenso, la escala humana no solo tiene que ver con la distancia, sino también con el confort térmico, la sombra y el microclima. Por ello, las marquesinas, los pasajes cubiertos y las calles refrigeradas tienen tanta importancia estratégica como cualquier elemento del perfil urbano.

En conjunto, esta es la paradoja que encarna el Burj Khalifa. Es la obra maestra de la estructura y la imagen que ayudó a iniciar la historia global de una ciudad, pero al mismo tiempo plantea una pregunta más difícil: ¿puede un lugar obsesionado con la altura estar igualmente obsesionado con los pies, los cochecitos y las sillas de ruedas que se mueven bajo el calor y la luz, a una altura de entre uno y tres metros del suelo? El futuro de lo «icónico» se determinará allí, a escala de sombras, brisas y trabajos de cinco minutos.

Filosofía del diseño e innovaciones estructurales

Dejando a un lado su imponente aspecto, el Burj Khalifa es un ejemplo de trabajo llevado al límite de unas cuantas ideas sencillas: la forma de la torre se diseñó para que el viento nunca soplara de manera regular, tres alas sostienen un potente núcleo central y las referencias regionales se combinaron con una ingeniería compleja. SOM y Adrian Smith no solo se han centrado en la altura, sino que han adaptado la forma del edificio al clima, la cultura y la viabilidad de la construcción para que tenga un aspecto tanto local como aerodinámico.

A esta escala, cada movimiento debe tener más de una función. La planta es un equilibrador y una máquina de vistas. La fachada es como un escudo térmico y un faro. Los retrocesos son como una iconografía y un truco contra el viento. La superposición de estos objetivos es la verdadera filosofía que hay detrás del edificio más alto del mundo: la belleza como vestigio visible de la combinación de muchas decisiones técnicas.

El concepto arquitectónico diseñado por Adrian Smith y SOM.

El enfoque que Smith describe consiste en interpretar el emplazamiento, el clima y la cultura como un todo. En Burj, esto significaba incorporar el sol y el aire del desierto a la ingeniería y transformar las geometrías locales en estructura, en lugar de utilizarlas como decoración. El objetivo era lograr una contextualización a gran escala: una torre que, al tiempo que rendía en condiciones extremas, transmitiera la sensación de estar arraigada al lugar.

El equipo de SOM enmarcó esta intención como una geometría disciplinada. Un núcleo hexagonal y tres alas forman una estructura trípode con alta resistencia a la torsión; las alas se sostienen entre sí, de modo que el edificio se comporta como un único cuerpo en lugar de como una acumulación de marcos separados. En otras palabras, la parte arquitectónica es un sistema estructural. Esta claridad hace que la torre sea más ligera de lo que sugiere su tamaño, más sencilla de construir y más estable frente al viento.

En la práctica, esta intención no solo se manifiesta en teoría, sino también en la experiencia. Los vestíbulos Sky dividen los largos viajes en ascensor en barrios en el cielo; los usos mixtos, como hoteles, viviendas y observatorios, se integran en el plano Y, lo que favorece las vistas y la luz natural en lugar de obstaculizarlas. El resultado es un ejemplo de urbanismo vertical comprensible para las personas que viven y trabajan en él.

Inspirado en la flor Hymenocallis

La base de tres lóbulos de la torre se inspira en una especie de flor de la región, la Hymenocallis. Esta referencia no es una metáfora añadida posteriormente, sino un elemento fundamental del diseño. Las tres «hojas» se alejan de un punto central y, a medida que la torre se eleva, estas hojas se retraen en forma de espiral, de modo que la silueta se mantiene delgada, mientras que la forma en que el viento incide sobre la superficie cambia constantemente.

Esta geometría floral también es compatible con las tradiciones de diseño islámico —repetición, proporción y rotación—, por lo que la forma se lee de manera fluida a nivel local incluso antes de comprender su lógica estructural. Se trata de una biomimética con memoria cultural; las alas en forma de pétalos realizan funciones prácticas: abren corredores panorámicos hacia la bahía, adelgazan las losas del suelo de las viviendas y habitaciones de hotel, y dirigen los servicios de forma limpia a lo largo de los «pétalos».

El paisaje refleja la misma flor, por lo que el plano del edificio y los caminos del parque están en armonía. La inspiración organiza todo, desde el techo del vestíbulo hasta el plano del sitio, y convierte un punto de partida poético en un lenguaje de diseño integral.

Plano de tres plantas en forma de Y

El plano en forma de Y es una gran idea que se puede dibujar en un pañuelo. Cada ala tiene sus propias paredes de pasillo y columnas circundantes, y juntas sostienen un núcleo rígido hexagonal. Las cargas fluyen uniformemente desde la parte superior hacia la base, y la estructura de tres piezas evita la flexión, uno de los problemas más difíciles en las torres delgadas. Es elegante porque es comprensible: se puede ver la estructura en la silueta.

Estas alas no solo sirven de soporte. Mantienen las placas del suelo lo suficientemente planas como para permitir la entrada de luz natural y disfrutar de las vistas, por lo que este diseño se adapta de forma muy natural a las viviendas y habitaciones de hotel. Las espirales, que se retraen una a una, adelgazan la masa a medida que se elevan, de modo que la torre parece más ligera y el viento siempre incide sobre ella de forma ligeramente diferente. Aquí es donde la calidad espacial y la estabilidad se convierten en un mismo movimiento.

El plan Y no surgió de la nada. Los trabajos anteriores de SOM, cuyo ejemplo más directo es el Tower Palace III de Seúl, demostraron las ventajas de esta geometría para las viviendas; a la escala de Dubái, se convirtió en la clave de la altura. Esta línea muestra cómo una planta puede evolucionar desde una estrategia residencial hasta un concepto estructural de gran altura.

Innovaciones en resistencia al viento y transferencia de carga

El viento es el socio silencioso del diseño de Burj. SOM y sus consultores llevaron a cabo exhaustivos estudios en túneles de viento y diseñaron la forma de la torre para «confundir al viento», rompiendo así los remolinos regulares que sacuden a los edificios altos. Su forma escalonada y espiralada es muy eficaz desde el punto de vista aerodinámico, por lo que el equipo no necesitó un amortiguador de masa ajustado, algo inusual a esta altura.

La torre se apoya sobre una plataforma sostenida por pilotes: una capa de hormigón de 3,7 metros de espesor, conectada a pilotes profundos. El sistema distribuye las cargas de gravedad y viento de forma redundante sobre el terreno de Dubái. Las investigaciones realizadas demuestran que la plataforma y los pilotes funcionan compartiendo la carga, en lugar de cargarla sobre un solo elemento. En dirección vertical, los pisos mecánicos/refugios y los pilares de soporte ayudan a transferir y equilibrar las fuerzas, de modo que el núcleo y las alas se mueven como un todo.

Todo esto funciona gracias a que el concepto estructural es básicamente sencillo: menos transferencia de carga, caminos rectos hacia el suelo y un plano que mantiene su coherencia a medida que se estrecha. Esto nos recuerda que la mejor estrategia contra el viento no es un elemento adicional, sino un plano de planta.

Integración de la tecnología y la estética en la forma

La piel parece una joya, pero actúa como una armadura. La pared cortina combinada —con decenas de miles de paneles de vidrio reflectante, spandrels de acero inoxidable y aletas verticales dentro de marcos de aluminio— reduce el brillo, difunde el calor y aclara las líneas del edificio. Las elegantes aletas que se ven en las fotos también ayudan a escalar visualmente la torre y a gestionar el viento a lo largo de la superficie.

En el interior del núcleo, la movilidad y el control climático también están organizados de forma coreográfica. Los ascensores Otis de doble piso transportan a los visitantes a una velocidad de aproximadamente 10 m/s y están coordinados por sistemas de despacho y seguimiento para que los largos viajes resulten más humanos; los vestíbulos del cielo redistribuyen a las personas, de modo que la ciudad vertical se percibe como una serie de zonas en lugar de un viaje interminable. Mientras tanto, los ingenieros han resuelto el «efecto de masa» que se produce en los edificios superaltos con zonas de presión y controles, de modo que las puertas no golpean y el confort se mantiene constante desde la planta baja hasta la planta superior.

El sistema de refrigeración se convierte en parte del diseño. El agua de condensación que sale del aire acondicionado de la torre se recoge y se reutiliza para regar el parque circundante (aproximadamente 15 millones de galones al año), creando así un ciclo entre el edificio y el paisaje. La tecnología se pierde en la experiencia: interiores más frescos, senderos sombreados, alas brillantes, viajes suaves en ascensor. Lo que se percibe como comodidad es, en realidad, el resultado de una serie de decisiones de ingeniería.

Importancia, Sistemas y Sostenibilidad

Hormigón, acero y sistema Mega-Core

La torre está compuesta principalmente por hormigón en su base y consta de tres alas de soporte que comparten las cargas y resisten conjuntamente la torsión mediante un núcleo hexagonal grueso. El diseño ha sido validado mediante un análisis 3D completo, incluyendo muros, forjados, cimientos, pilotes y torre de acero, y se ha ajustado en función del comportamiento gravitatorio, eólico y sísmico. La altura máxima recae sobre el acero estructural de la torre, pero la rigidez diaria proviene del hormigón armado de alto rendimiento, que funciona como una sola estructura desde la punta hasta la base.

A continuación, el edificio se asienta sobre una cimentación de 3,7 metros de espesor conectada a pilotes de sondeo profundo; según las investigaciones, debajo de la cimentación hay 192 pilotes de 1,5 metros de diámetro que se extienden hasta una profundidad de aproximadamente 47-50 metros, de modo que las fuerzas verticales y laterales encuentran vías alternativas en el suelo. Este enfoque de cimentación con pilotes distribuye las enormes cargas a lo largo de las alas del plano Y y equilibra el asentamiento.

La historia de los materiales también se extiende hacia arriba: las mezclas de ultra alta resistencia (C80/C60) se bombearon a alturas sin precedentes durante la construcción, batiendo el récord de bombeo vertical de 606 metros y demostrando que la era de los megatallos se escribirá tanto en la química y la logística del hormigón como en su forma.

Regulación térmica en entornos desérticos

En los calurosos y húmedos meses de verano, se necesita un sistema, no un solo dispositivo, para refrigerar una mega torre de cristal. La torre cuenta con una instalación de refrigeración regional de gran capacidad; según las cifras publicadas, tiene una capacidad de refrigeración máxima de aproximadamente 13 000 toneladas y utiliza estrategias de entrada que atraen aire más limpio y frío desde arriba y lo distribuyen a través de sistemas regionales. El equipo de diseño también luchó contra el «efecto chimenea» que se produce en los edificios superaltos, modelando las diferencias de presión y aplicando métodos de mitigación pasivos y activos para garantizar que las puertas, los ascensores y el confort se mantuvieran constantes desde la base hasta la cima.

Las opciones de cerramientos desempeñan una función térmica antes de que los refrigeradores comiencen a funcionar. La pared cortina combinada utiliza doble acristalamiento y revestimientos selectivos para limitar la ganancia de calor solar. Esto es un paso muy importante en el clima de Dubái, ya que pequeñas mejoras en la fachada pueden suponer una gran reducción de la carga de la instalación. En pocas palabras: menos entrada de calor significa menos salida de energía.

Sistemas de recogida y reutilización de agua

El aire acondicionado no solo elimina el calor, sino que también elimina la humedad del aire. En lugar de perder el condensado, la torre lo captura y almacena, y luego lo bombea para regar el parque circundante. SOM y el equipo de paisajismo indican que se recuperan aproximadamente 15 millones de galones al año. El condensado se convierte en agua que refresca los árboles de sombra, el césped y las salas de agua a nivel del suelo. En los resúmenes técnicos se indica que se utilizan tuberías especiales, almacenamiento e incluso preenfriamiento durante los meses de verano para garantizar la fiabilidad de este ciclo.

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Es una ecología práctica para el desierto: proporciona comodidad en interiores y verdor en exteriores, y los sistemas están dimensionados y detallados de manera que los equipos de mantenimiento puedan hacer funcionar el ciclo todos los días durante la larga temporada de refrigeración. No es una solución completa al problema regional del estrés hídrico, pero es un ejemplo poco común en el que el subproducto del sistema de climatización se ha convertido en infraestructura paisajística.

Iluminación, Fachada y Eficiencia Energética

Al observarlo de cerca, el revestimiento parece una joya: aletas de acero inoxidable, montantes afilados, planos espejados… pero cada pieza cumple una función relacionada con el clima. Aproximadamente 26 000-28 000 paneles acristalados, con marcos de aluminio y alas de acero inoxidable resaltadas verticalmente, controlan el brillo, reflejan parte de la energía solar y regulan el flujo de aire a lo largo de la superficie. Emaar también señala que, para reducir aún más la ganancia de calor, que es muy importante a esta escala, el vidrio cuenta con un revestimiento de plata que ahorra energía.

El edificio combina el nivel de servicio pasivo con fuentes de energía renovables. Poco después de su inauguración, se instaló un sistema de energía solar para cubrir gran parte de las necesidades de agua caliente sanitaria. Según los informes actuales, este sistema calienta aproximadamente 140 000 litros de agua al día. Se trata de una forma elegante de convertir la intensa luz solar de Dubái no solo en una carga para la fachada, sino en una fuente de beneficios. En climas cálidos y secos, reducir la ganancia de calor a través de las ventanas y pasar a calentar el agua con energía solar proporciona una reducción cuantificable del consumo energético del edificio, ya que las ventanas y el agua caliente desempeñan un papel importante en el equilibrio de la refrigeración.

Aspectos relacionados con LEED y críticas medioambientales

Más de diez años después de su finalización, la operación de la torre ha sido auditada y certificada al más alto nivel en el marco de LEED for Operations + Maintenance v4.1, obteniendo la certificación Platino en febrero de 2024. Los socios de gestión de instalaciones destacan que O+M se centra más en cómo se gestiona un edificio (energía, agua, residuos, calidad del ambiente interior) que en cómo se construye. Por lo tanto, un edificio emblemático ya existente puede seguir alcanzando el máximo rendimiento gracias a la retrocomisionamiento, la supervisión y la mejora de los procedimientos.

Este éxito persiste junto con críticas razonables. Los académicos y los grupos industriales señalan que los megacondominios contienen altos niveles de carbono en el hormigón, el acero y el vidrio, y que las «alturas ostentosas» o las torres innecesarias pueden añadir materiales que ocupan muy poco espacio útil. Otros cuestionan las torres con predominio de vidrio en climas cálidos y los espectáculos de iluminación exterior que pueden contribuir a la contaminación lumínica y al consumo de energía fuera del horario laboral, pero las ciudades y los fabricantes se esfuerzan por lograr una iluminación de fachadas más responsable. En la región del Golfo, el coste de carbono del agua potable, que suele obtenerse mediante desalinización, añade otra dimensión a los debates sobre el riego o la refrigeración, pero las nuevas plantas de ósmosis inversa que funcionan con energía solar están mejorando la intensidad energética del suministro. El panorama es mixto: las ganancias operativas de los edificios son reales, pero el balance medioambiental más amplio de los megatallos sigue siendo objeto de debate y mejora.

Experiencia humana y divergencia de escala

Vida vertical y distancia psicológica

La vida en edificios altos aumenta la distancia entre una persona y la ciudad a la que pertenece. Las investigaciones relacionan la vida en edificios altos, especialmente en viviendas verticales, con un mayor malestar psicológico y vínculos sociales más débiles, sobre todo cuando se combina con relaciones de vecindad limitadas y un contacto diario escaso con la naturaleza. Este efecto no es inevitable, pero sí medible: varios estudios indican que, en comparación con las viviendas de altura media, los entornos de gran altura presentan un mayor riesgo de soledad, miedo y estrés. La razón es que, a medida que aumentan los pisos, disminuyen las microinteracciones cotidianas.

El diseño suaviza esta distancia al restablecer el contacto con los seres vivos. Las investigaciones demuestran que los residentes que ven árboles, el cielo o el agua desde sus ventanas tienen un mayor nivel de bienestar que aquellos que ven paisajes mayoritariamente áridos. Estudios más amplios sobre la exposición a la naturaleza también llegan a conclusiones similares en cuanto al estado de ánimo, la atención y el estrés. En el contexto de los megatorres, esto convierte la calidad de las vistas, es decir, la cantidad de naturaleza «real» que se puede ver desde casa, en un factor de salud más que en un lujo.

Puntos de observación, terrazas de observación y separación

Las terrazas de observación ofrecen una emoción que los psicólogos a veces describen como «panorama y refugio»: disfrutamos observando el mundo desde un lugar seguro. Sin embargo, esa misma ventaja puede convertirse en una especie de distancia, una vista elevada y panorámica que transforma la ciudad en un paisaje. Los académicos que trabajan en el ámbito del «turismo urbano vertical» sostienen que esta vista aérea puede ser a la vez emocionante y extrañamente deshumanizante, ya que un contacto breve y cuidadosamente preparado con la metrópoli corre el riesgo de sustituir la realidad de la calle por una línea del horizonte coleccionable.

El viaje en ascensor es importante. Los ascensores someten a nuestro sistema vestibular a cambios rápidos en la aceleración; los experimentos demuestran que el cuerpo registra estos cambios de tal manera que alteran la percepción del movimiento e incluso del tiempo cuando se abren las puertas. Esta sacudida fisiológica es una de las razones por las que la cima se percibe como «diferente» de la ciudad que hay debajo: tus sentidos han cambiado de modo para llegar hasta allí y esta experiencia se procesa más como una parada en un parque temático que como una prolongación de la vida cotidiana.

La desaparición de la interacción a nivel de calle

Las ciudades funcionan mejor en los lugares donde los edificios llaman la atención de la gente. Las observaciones urbanas realizadas durante décadas demuestran que las plantas bajas transparentes y permeables (con numerosas puertas, usos diversos y contacto real entre el interior y el exterior) proporcionan seguridad informal, permiten pasear y entretenerse. Cuando los complejos superaltos convierten sus bordes en paredes vacías, profundos retrocesos o centros comerciales internalizados, estos encuentros cotidianos desaparecen y la calle se debilita. Esta pérdida no es estética, sino social y económica, porque la «base» es el apretón de manos de la ciudad.

Los diseñadores que se centran en lo que los peatones ven a la distancia de un brazo —escaparates, umbrales, pequeños gestos de hospitalidad— informan constantemente de que las aceras son cada vez más animadas. Los edificios altos tampoco se libran de esta tendencia; para contrarrestar el poder de atracción de los vestíbulos privados y las tiendas minoristas cerradas, deben trabajar más en sus bases. En la práctica, esto significa considerar las dos primeras plantas no como espacio comercial, sino como espacio público, de modo que el dramatismo de la silueta no eclipse el teatro de la calle.

Escala, velocidad y percepción del espacio

La altura no solo cambia el paisaje, sino también el tiempo. Los geógrafos utilizan la expresión «compresión espacio-temporal» para explicar cómo la tecnología acorta la distancia percibida entre los lugares. Los ascensores superaltos y de alta velocidad, los vestíbulos en las nubes y los atajos verticales comprimen tanto los desplazamientos diarios que la ciudad empieza a parecer una serie de islas no contiguas (vestíbulo, ascensor, oficina, casa) conectadas entre sí no por calles, sino por segundos. Este cambio puede ser eficiente, pero también puede diluir el mapa mental que cada persona tiene de la ciudad.

Los estudios experimentales sobre el movimiento y la percepción del tiempo respaldan la sensación que tenemos en la vida cotidiana: los desplazamientos rápidos en el espacio pueden alterar la percepción de la duración de los intervalos. En la vida vertical, esta alteración refuerza la sensación de que «arriba» es un mundo diferente, debido a que la velocidad y el movimiento controlado afectan al reloj biológico del cuerpo. El espacio se convierte en una serie de llegadas controladas, más que en un tejido continuo por el que se viaja.

La alienación y los objetivos en la vida en edificios de gran altura

Puede resultar tentador describir la vida en los rascacielos como alienante o nostálgica, pero la mayoría de los residentes viven ambas historias. Por un lado, están las promesas: estatus, silencio, seguridad, luz, un horizonte poco común. Por otro lado, están las concesiones que los investigadores encuentran constantemente: vínculos vecinales más débiles, miedos que aumentan con la altura y fricciones diarias por compartir la infraestructura vertical. La literatura muestra claramente que los resultados negativos se intensifican cuando las torres aíslan a las personas de la vida social y la naturaleza cotidiana.

Aquí es donde reside la oportunidad. Cuando los diseñadores añaden jardines reales a los edificios verticales, haciéndolos visibles y tangibles, integran las salas sociales en las escaleras y abren la base del edificio a la calle como un generoso anfitrión, la distancia psicológica se reduce. Los últimos estudios en el campo de la salud mental urbana muestran que incluso el contacto breve y regular con las zonas verdes cambia el estado de ánimo durante horas. En una ciudad cálida y densamente poblada, esto es tanto una tarea de salud pública como una tarea arquitectónica. Los edificios altos pueden ser humanos, pero para ello las ventanas, los vestíbulos y las aceras deben diseñarse a escala humana.

Importancia cultural, económica y política

Marca nacional y nacionalismo arquitectónico

Desde su inauguración, la Torre se ha convertido en parte de la historia de Dubái: rápida, emprendedora y con ambiciones globales. Desde el punto de vista político, forma parte de la Agenda Económica de Dubái «D33», cuyo objetivo es duplicar la economía de la ciudad para 2033 y situarla entre las tres mejores ciudades del mundo para vivir, trabajar e invertir; la silueta se utiliza como símbolo del poder blando de estos objetivos. En este sentido, el edificio no es solo un edificio residencial u oficina, sino un símbolo del programa de posicionamiento económico.

Los estudios sobre la marca nacional ayudan a comprender por qué la altura es un mensaje tan eficaz. Los académicos definen los rascacielos como señales intensificadas de modernidad y capacidad, una retórica visual que convierte la identidad nacional en una marca comunicable. En la región del Golfo, críticos y admiradores han interpretado los símbolos de la ciudad como elementos distintivos en un mercado saturado. Por ello, el Burj Khalifa se ha convertido tanto en un argumento como en una obra arquitectónica: una reivindicación de liderazgo expresada a través del vidrio, el acero y una silueta cuidadosamente coreografiada.

Turismo, Inmobiliaria de Lujo y Economía Urbana

Como motor económico, la torre alberga una zona en la que los visitantes y las ventas minoristas contribuyen a convertir la imagen ostentosa en flujo de caja. Dubái registró 18,72 millones de pernoctaciones en 2024, lo que supone un aumento del 9 % con respecto al año anterior. El centro comercial Dubai Mall, situado junto a él, registró 105 millones de visitantes en 2023 y también obtuvo unos buenos resultados en la primera mitad de 2024. Estas cifras muestran cómo este emblemático edificio ha aumentado el número de visitantes y el gasto en sus alrededores. Incluso la noticia de Bloomberg sobre la ampliación del centro comercial se refiere a esta inversión como una forma de atraer a viajeros internacionales con alto poder adquisitivo.

El sector inmobiliario repite el mismo patrón. Los análisis independientes del mercado muestran que las viviendas de la torre se cotizan con una prima significativa —aproximadamente 3000 AED por metro cuadrado a finales de 2024, un 78 % por encima de la media de la ciudad— lo que confirma el «efecto icono» observado desde hace tiempo, según el cual la marca y la ubicación aumentan el valor más allá de la mera funcionalidad. A nivel corporativo, la información publicada por Emaar para 2024-2025 detalla las ventas y beneficios récord de la cartera de Dubái, lo que pone de relieve la solidez financiera del modelo de la zona, que combina iconos con centros comerciales, hoteles y viviendas.

Mano de obra, construcción y debates éticos

Ante estos logros, surgen cuestiones éticas sobre cómo se crean y mantienen este tipo de paisajes. La Organización para la Vigilancia de los Derechos Humanos ha documentado los abusos cometidos en el sector de la construcción de los Emiratos Árabes Unidos en la década de 2000. Entre estos abusos se encuentran la deuda por contratación, la confiscación de pasaportes y las condiciones de trabajo inseguras. Esta situación convierte el auge económico de Dubái en un ejemplo regional de explotación de los trabajadores migrantes. Informes posteriores han seguido llamando la atención sobre los riesgos a los que se enfrentaban los trabajadores durante la recesión económica de finales de la década de 2000.

El miércoles 22 de marzo de 2006, en la ciudad de Dubái, Emiratos Árabes Unidos, a la sombra de una torre de hormigón gris de 36 pisos, algunos de los 2500 trabajadores que construyen la nueva torre Burj Dubái y los proyectos residenciales circundantes. La construcción del edificio, que se espera que sea el más alto del mundo, se detuvo el miércoles después de que los trabajadores asiáticos, indignados por los bajos salarios y el maltrato, se rebelaran y destrozaran coches y oficinas, causando daños por valor de aproximadamente un millón de dólares, según un funcionario del Gobierno. (AP Photo/Victor Romero)

La reforma es real, pero incompleta. En los últimos años, los Emiratos Árabes Unidos han adoptado medidas como la protección salarial, la limitación de los salarios de contratación y la facilitación del cambio de trabajo sin el permiso del empleador. Los observadores políticos y los expertos en migración califican estas medidas como pasos para alejarse del control basado en el patrocinio, pero siguen existiendo deficiencias en la aplicación y excepciones. Por lo tanto, en el ámbito ético hay tanto avances como problemas estructurales sin resolver. Esta es una realidad incómoda que se esconde tras el brillo de la torre.

Impacto global y imitaciones arquitectónicas

Los símbolos viajan. La lógica estructural de la torre, su estrategia de desarrollo e incluso su tono de marketing contribuyeron a escribir el guion de una nueva «carrera por el cielo» en la región. El reflejo más evidente de ello es la Torre Jeddah, en Arabia Saudí, diseñada por el mismo arquitecto jefe y cuya construcción continúa actualmente, con el objetivo de completarla a finales de esta década. Las noticias del Financial Times, Architectural Digest y Reuters describen claramente este proyecto como una iniciativa para superar el récord de Dubái y aumentar el valor de los terrenos circundantes, al igual que lo hizo Downtown Dubai.

Más allá de proyectos individuales, académicos y periodistas acuñaron el término «dubaización» para definir la exportación de un urbanismo acelerado y ostentoso: el auge intensivo de rascacielos de lujo y zonas de marca, a veces desconectadas del contexto local. Cuando se utiliza de forma crítica o descriptiva, este término señala cómo se ha extendido a escala mundial un determinado lenguaje de desarrollo y la política de imagen que lo sustenta, tomando a Dubái como punto de referencia.

Representaciones mediáticas y narrativas culturales

Los medios populares amplían el significado. Cuando Tom Cruise escaló la fachada del edificio en la película Misión imposible: Protocolo fantasma, esta acrobacia de doble convirtió la huella cultural del edificio de un récord a una leyenda del cine. Architectural Digest destaca esta acrobacia en su investigación sobre la imagen global de la torre. Los canales de noticias publican regularmente imágenes de Año Nuevo utilizando la torre como brillante telón de fondo, lo que se convierte en una publicación recurrente de la marca Dubai. Estas imágenes crean una historia de audacia y control (las personas bailando con la atmósfera), al tiempo que suavizan historias más complejas como la mano de obra, el carbono o la asequibilidad.

Los críticos culturales como Yasser Elsheshtawy llevan mucho tiempo defendiendo que este espectáculo visual tiene dos caras: es tanto una fuente de orgullo colectivo como un velo que puede ocultar la ciudad cotidiana. En esta interpretación, el edificio no es ni el héroe ni el villano, sino un poderoso narrador cuya historia debemos aprender a leer; una historia que combina el poder blando, el comercio, la nostalgia y las controversias en una sola frase vertical.

Repensar el futuro a escala humana

Reevaluar el papel de lo monumental

Los monumentos siguen siendo importantes, pero su significado está pasando de ser objetos individuales a sistemas que mejoran la vida cotidiana. Las directrices globales ahora consideran las calles, los parques, el transporte público y las instalaciones públicas como los verdaderos monumentos comunes de una ciudad, y animan a los gobiernos a planificar e invertir a escala humana para que todo el mundo pueda participar en la vida urbana. Este cambio de orientación se refleja en la Nueva Agenda Urbana y en los trabajos sobre espacios públicos de ONU-Hábitat, que consideran las plazas, las aceras y los pequeños espacios públicos como elementos fundamentales de la infraestructura, y no como elementos secundarios.

La política climática está acelerando este replanteamiento. La última evaluación del IPCC sostiene que la forma en que se planifican, construyen y renuevan las ciudades determinará en gran medida las tendencias de las emisiones; en otras palabras, el «monumento» más importante que puede construir una ciudad es un tejido urbano con bajas emisiones de carbono que acorte los desplazamientos, refresque las calles y proteja a los más vulnerables. En este contexto, la grandeza no se mide por la altura, sino por la accesibilidad, la sombra y la proximidad.

Diseño centrado en las personas y arquitectura espectacular

Los diseñadores llevan mucho tiempo demostrando que los espacios vivos y seguros nacen de los detalles a corta distancia: puertas de entrada que dan a la calle, ventanas visibles y visibles, y diversos usos que mantienen activos los aceras. Los «ojos en la calle» de Jane Jacobs y las décadas de trabajo de Jan Gehl sobre la vida pública se han convertido en guías prácticas: cuida la planta baja, acorta las distancias y la gente vendrá. Cuando las ciudades incorporan estos principios a sus políticas y proyectos, la vida pública se intensifica sin ruido ni alboroto.

Las investigaciones en materia de salud ya lo demuestran desde el punto de vista fisiológico. Las revisiones de pruebas realizadas por la OMS y otras organizaciones muestran que el acceso diario a espacios verdes y azules está relacionado con una mejor salud mental, menos estrés y una mejor salud general. Por lo tanto, un enfoque centrado en las personas significa diseñar calles, patios, tejados y bordes de edificios no como elementos decorativos o paisajes poco comunes, sino como pequeños fragmentos de naturaleza integrados en la rutina diaria.

Modelos alternativos: densidad media y uso mixto

Muchas ciudades están descubriendo que pueden alojar a más personas y reducir los desplazamientos en coche sin necesidad de construir edificios muy altos. Las zonas de uso mixto de altura media, a veces denominadas «el medio perdido», construyen viviendas sobre las tiendas, acercan las escuelas y las clínicas a una distancia que se puede recorrer a pie y generan suficiente tráfico peatonal como para apoyar el transporte público y los negocios locales. Las prácticas contemporáneas, la urbanización y las normativas permiten la construcción de este tipo de edificios a escala doméstica en más barrios, lo que demuestra cómo aumentan las opciones y la accesibilidad.

Tokio ofrece un ejemplo de política: las normas nacionales de uso del suelo permiten usos mixtos inclusivos en 12 amplias zonas, lo que contribuye a que las zonas de las estaciones se conviertan en barrios densos y de tejido fino, en lugar de en conjuntos de edificios altos aislados. Las investigaciones realizadas sobre las zonas metropolitanas de las estaciones muestran cómo la diversidad funcional en torno al transporte público está relacionada con el número de pasajeros y cómo favorece la proximidad diaria, y ponen de manifiesto cómo los edificios de altura media y el acceso ferroviario se refuerzan mutuamente.

Los modelos de vivienda del sector público pueden trasladar esta estructura a gran escala. El programa de vivienda social y subvencionada de altura media que se lleva a cabo desde hace tiempo en Viena mantiene los alquileres relativamente bajos, al tiempo que preserva la vitalidad urbana, alubicar a la mayoría de los residentes en apartamentos estables y bien situados. Las cifras oficiales y los últimos informes ponen de relieve cómo unas normas de inversión y diseño coherentes han permitido mantener durante un siglo la densidad a escala humana en toda la ciudad.

El futuro de la urbanización vertical en la crisis climática

La cuestión no es si los edificios altos son «buenos» o «malos», sino si su ciclo de vida, su consumo energético y su integración urbana son compatibles con la física climática. Las vías de emisión de la AIE y el IPCC requieren reducciones drásticas en la intensidad energética de los edificios y formas urbanas más inteligentes; además, las investigaciones muestran que las oficinas de gran altura por metro cuadrado suelen consumir más energía que las de baja altura, especialmente en lo que respecta a la electricidad. Esta realidad obliga a que los proyectos verticales demuestren su rendimiento en contexto: conectados a la red de transporte público, a la sombra de los árboles de la zona, adaptados a cargas eléctricas más bajas y comparados con sus homólogos realistas.

La cantidad de carbono emitida a lo largo de todo el ciclo de vida es muy importante. La guía ahora exige que los equipos midan y reduzcan tanto las emisiones estructurales como las operativas, y ciudades como Londres exigen evaluaciones oficiales para los grandes proyectos. El consenso que se ha alcanzado entre el sector y los grupos defensores es muy claro: reutilizar los edificios existentes y electrificarlos suele ser la opción con menos emisiones de carbono en los plazos correspondientes; cuando sea necesario construir de nuevo, los equipos deben optimizar la estructura, seleccionar materiales con bajas emisiones de carbono y utilizar fuentes de energía renovables in situ. Los estudios de casos del CTBUH muestran que la optimización estructural permite obtener ahorros significativos de carbono, mientras que la herramienta CARE de Architecture 2030 y las investigaciones relacionadas traducen el principio de «renovación primero» en una matemática de carbono comparable.

Diseñar la empatía: devolver la arquitectura a la tierra

Un futuro humano requiere que los edificios presten tanta atención al sistema nervioso como al programa. El diseño centrado en el trauma, que antes era un campo especializado, se está convirtiendo en una tendencia dominante en los servicios de salud, la vivienda y las instalaciones para jóvenes, y se centra en diseños legibles, control de la luz y el sonido, y espacios que transmiten seguridad sin dar una sensación institucional. Los primeros estudios y el asesoramiento profesional documentan cómo estas elecciones reducen el estrés y favorecen la recuperación, convirtiendo los entornos cotidianos en parte de las herramientas terapéuticas.

Las estrategias biófilas aportan beneficios cuantificables. Los experimentos y los estudios de campo demuestran que, cuando los lugares de trabajo y las aulas se equipan con plantas reales, paisajes, materiales naturales y estímulos multisensoriales, se desarrollan las capacidades cognitivas, se reduce el estrés y mejora el estado de ánimo. Este efecto se observa a todas las escalas, desde pequeños detalles como una maceta en la ventana o la sombra de un árbol sobre un banco, hasta el diseño de zonas en las que los parques, el agua y los caminos sombreados convierten las tareas cotidianas en rutinas relajantes.

Incluso a escala urbana, la empatía se interpreta como acceso a la naturaleza cotidiana. Los estudios sobre salud pública demuestran que las zonas verdes y azules cercanas, cuidadosamente diseñadas y mantenidas, protegen la salud mental y promueven la igualdad. Esto convierte la agenda a escala humana en un resumen de diseño para las propias calles: microclimas más tranquilos, desplazamientos cortos, parques de bolsillo cerca de las puertas y plantas bajas que albergan a la comunidad. Se trata más de una arquitectura de cuidado práctico que de una teoría nostálgica.

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