Aprender del pasado: el optimismo arquitectónico a lo largo de la historia
Cuando los arquitectos del siglo XV en Italia volvieron a las ideas clásicas, no se limitaron a copiar las formas antiguas; reconstruyeron la confianza en lo que los edificios podían hacer por las personas. El humanismo situó al individuo (visión, movimiento, comodidad) en el centro del diseño. La simetría y la proporción no eran conceptos abstractos, sino herramientas utilizadas para hacer que los espacios fueran tranquilos, comprensibles y respetables tras un turbulento periodo medieval. Este optimismo se puede sentir en las galerías con arcos claros y las habitaciones mesuradas de las primeras obras renacentistas, en las que la geometría sirve al ser humano en lugar de intimidarlo.

El cambio no fue solo filosófico, sino también técnico. Filippo Brunelleschi y sus colegas utilizaron proporciones modulares para crear una armonía que se pudiera leer con los pies. En el Ospedale degli Innocenti, la repetición de una unidad simple a lo largo de las columnas y los arcos convierte el paseo por el pórtico en una experiencia rítmica y a escala humana. No se trataba de estilo por estilo, sino de un sistema que permitía que el orden, la luz y el movimiento funcionaran juntos.
Hoy en día, cuando hablamos de diseño «centrado en las personas» —entradas acogedoras, luz natural orientadora, espacios intuitivos—, estamos repitiendo las prioridades del Renacimiento. La importancia que se daba en esa época a la claridad y el equilibrio sigue dando forma a los edificios públicos y las plazas, y nos recuerda que el optimismo suele comenzar por crear espacios más agradables para los sentidos y más fáciles de recorrer.
La reconstrucción tras la guerra y el auge de la modernidad
Durante la Segunda Guerra Mundial, las ciudades quedaron devastadas y la arquitectura tuvo que responder rápidamente a esta situación. Los gobiernos, con el objetivo de combinar el progreso social con la construcción eficiente, otorgaron a los urbanistas la autoridad para construir nuevas ciudades y realojar a millones de personas. En Inglaterra, la Ley de Nuevas Ciudades de 1946 creó empresas de desarrollo para diseñar nuevos asentamientos como Stevenage. Esto demostró que, cuando se cuenta con un fuerte apoyo popular, la política y el diseño pueden funcionar juntos a escala nacional.
En su lugar, el optimismo se manifestó con valientes experimentos. La calle peatonal Lijnbaan de Róterdam propuso una nueva idea para un centro bombardeado: devolver la calle a las personas, separar los coches y crear un centro comercial animado que favoreciera la recuperación. No era una solución perfecta, pero demostró que una ciudad puede reinventarse rápidamente con medidas claras de diseño urbano y una voluntad civil común.

El impacto a largo plazo de este período sigue siendo relevante. Los métodos y estándares de construcción industrial que se desarrollaron durante y después de la reestructuración sentaron las bases para los códigos de energía y el enfoque orientado al rendimiento. Tras la crisis del petróleo de 1973, Estados Unidos publicó la primera norma energética modelo nacional, ASHRAE 90-1975, que estableció las expectativas de eficiencia que siguen desarrollándose en la actualidad. La lección que se puede extraer de ello es esperanzadora: cuando las crisis aclaran los objetivos, el diseño y la política pueden actuar de forma coordinada para reducir los residuos y mejorar la vida cotidiana.
Futurismo y diseños visionarios del siglo XX
Algunas optimistas llegan antes de tiempo. El manifiesto futurista de Antonio Sant’Elia, de 1914, imaginaba una ciudad construida para la velocidad, la electricidad y el cambio constante. Sus dibujos, titulados La città nuova (La nueva ciudad), no eran planos para construir de inmediato, sino una sacudida que recordaba que la arquitectura podía adaptarse al ritmo de la vida moderna en lugar de copiar el pasado. Aunque no se construyeron, estas ideas traspasaron las fronteras mentales y ampliaron el campo de las posibilidades.
Medio siglo después, Archigram tomó el relevo con visiones como Plug-In City. Plug-In City era una megaestructura urbana en la que los servicios y las viviendas podían intercambiarse y conectarse como componentes. Lo importante no era la precisión, sino la agilidad. Al diseñar una ciudad capaz de adaptarse al ritmo de vida de las personas, Archigram dejó de considerar el diseño como un objeto acabado y lo convirtió en una plataforma abierta al cambio continuo. Esta mentalidad es fuente de inspiración para los sistemas modulares y el concepto de construcción circular actuales.

Los prototipos visionarios también se han convertido en estructuras reales. Las cúpulas geodésicas de Buckminster Fuller demostraron que se pueden cubrir grandes volúmenes con piezas ligeras y una cantidad mínima de material. Este principio sigue siendo una fuente de inspiración para crear espacios cerrados eficientes y estructuras temporales. El optimismo aquí es práctico: cuando las tecnologías y las necesidades se adaptan, las ideas radicales pueden trasladarse del papel a los pabellones y a los edificios cotidianos.
Tradiciones bioclimáticas de la arquitectura regional
Mucho antes de que el concepto de «cero neto» entrara en nuestro vocabulario, la gente prefería vivir en armonía con el clima en lugar de luchar contra él. Los patios, los muros gruesos, las pequeñas aberturas elevadas y las galerías sombreadas proporcionaban aire fresco, luz filtrada y estabilidad térmica en las regiones cálidas y secas. No se trataba de tradiciones, sino de herramientas ambientales precisas adaptadas al sol, el viento y los materiales. Estudios recientes que sintetizan décadas de investigación demuestran cómo este tipo de estrategias locales proporcionan una ventilación natural y un control de la temperatura eficaces.
Piense en los captadores de viento (badgir en persa y malqaf en árabe), que atraen el viento hacia las habitaciones y expulsan el aire caliente hacia el exterior mediante la fuerza de elevación. O piense en los patios, rodeados de plantas, que equilibran las temperaturas extremas gracias a la sombra, la evaporación y el efecto refrescante del cielo nocturno. Los estudios contemporáneos, al verificar sus características físicas y su rendimiento, están convirtiendo este legado en una biblioteca de técnicas probadas, listas para ser adaptadas a las cubiertas y los sistemas de control de los edificios modernos.

Hoy en día, los arquitectos están actualizando esta antigua lógica añadiendo conductos funcionales a los planos densos, diseñando fachadas perforadas que actúan como persianas inteligentes o colocando habitaciones en patios rodeados de plantas para enfriar el aire antes de que llegue a los residentes. El optimismo aquí es fundamental: si recordamos lo bien que pueden funcionar los sistemas de baja tecnología y los combinamos con los mejores materiales y sensores nuevos, el futuro será más fácil.
Crisis y redescubrimiento: ciclos históricos
Cada época se enfrenta a una crisis que exige la construcción de edificios mejores. Tras el Gran Incendio de Londres de 1666, la ciudad necesitaba ladrillos y piedras para reconstruirse y limitó la altura y la densidad de las viviendas. Las normas cambiaron porque la realidad lo exigía y, como resultado, los edificios se hicieron más seguros. Este ciclo es familiar: el peligro hace visibles las normas; se redefinen las políticas y las prácticas; la ciudad se desarrolla.
Las crisis energéticas también tuvieron el mismo efecto en términos de rendimiento. El embargo petrolero de 1973 obligó a los gobiernos a considerar la eficiencia no como un elemento opcional, sino como un requisito de diseño. La primera norma energética nacional de EE. UU., ASHRAE 90-1975, formalizó este cambio y sentó un precedente para las continuas actualizaciones del código. Se trataba de un optimismo logrado a través de la gobernanza: usar menos, obtener más comodidad y dotar de resiliencia al sistema.
La pandemia reciente ha llamado la atención sobre el aire, el material de construcción más invisible. En la guía de ASHRAE, se reconoció la importancia de la transmisión aérea y se instó a realizar cambios en los sistemas de ventilación y filtración para reducir el riesgo. Arquitectos e ingenieros respondieron a esta llamada con conductos de aire más limpios, mayor intercambio de aire exterior y espacios flexibles. Una vez más, las interrupciones han acelerado el aprendizaje y este aprendizaje ahora está mejorando silenciosamente los espacios de la vida cotidiana.
Si el pasado tiene un único mensaje para el futuro, es que el optimismo es una práctica. Reconstruimos la confianza dando prioridad a las personas, inventamos libremente y luego lo ajustamos a la realidad, conservamos lo que nuestros antepasados aprendieron del clima y permitimos que cada crisis agudice nuestro oficio. El futuro de la arquitectura no es un salto de fe, sino un ritmo: probar, adaptarse y llevar adelante lo que funciona.
Desafíos actuales: ¿Por qué persiste el pesimismo en el discurso arquitectónico?
Cambio climático y entorno construido
Las cifras por sí solas pueden acabar con el optimismo: los edificios y la construcción representan aproximadamente un tercio del consumo energético mundial y alrededor de un tercio de las emisiones de CO₂ relacionadas con la energía y los procesos cada año. El problema no es solo cómo gestionamos los edificios, sino también con qué los construimos: el cemento y el acero juntos suponen una pesada carga de carbono. Aunque en algunos lugares se ha aumentado la eficiencia, el crecimiento constante de la superficie construida a nivel mundial está contrarrestando estos avances, por lo que las emisiones totales están aumentando lentamente. Por ello, la política climática ya no considera el entorno construido como una cuestión secundaria, sino como un sector prioritario.
Los diseñadores se sienten atrapados entre veranos más calurosos, normas más estrictas y la presión de los costes. Las olas de calor están llevando al límite los sistemas mecánicos y las redes; los mapas de inundaciones están redefiniendo el significado de «terreno seguro»; y las cadenas de suministro de materiales bajos en carbono aún no están maduras. Sin embargo, podemos ver algunas acciones como pruebas de lo que es posible. Por ejemplo, la fábrica de cemento de Brevik, en Noruega, ha comenzado a capturar cientos de miles de toneladas de CO₂ al año y demuestra cómo, cuando la política, la ingeniería y las finanzas están en sintonía, se pueden cambiar los materiales difíciles de reducir. El camino es accidentado y costoso, pero el mensaje no es utópico, sino práctico: los detalles de la energía, los materiales y la normativa son ahora parte del diseño.
Desigualdad urbana y crisis de la vivienda
El problema de la vivienda es tanto global como personal. ONU-Hábitat estima que aproximadamente 2800 millones de personas carecen de una vivienda adecuada y que más de 1000 millones de ellas viven en asentamientos informales. Esta magnitud explica por qué los debates sobre la vivienda ocupan ahora un lugar tan importante en la agenda de los ayuntamientos y los ministerios, al igual que el clima y la salud pública: la vivienda influye en todo, desde los tiempos de desplazamiento al trabajo hasta el acceso a la escuela y la resiliencia ante las catástrofes.
Los datos sobre precios adecuados aclaran la situación. En la OCDE, en muchos países, los inquilinos con bajos ingresos gastan más del 40 % de sus ingresos disponibles solo en gastos de vivienda, y las cifras oficiales del Reino Unido muestran que los inquilinos medios pagan más de un tercio de sus ingresos en alquiler. Cuando se destina una parte tan grande de los ingresos a la vivienda, las familias recortan sus gastos en salud, educación y ahorros, y la ciudad se endurece silenciosamente a lo largo de las diferencias de ingresos. Los arquitectos no pueden resolver por sí solos la estanqueidad de los salarios o la política de alquileres, pero diseñan cada día dentro de estas limitaciones.
Existen soluciones viables. Las viviendas escalonadas y colaborativas, los terrenos con servicios y la financiación modesta han ayudado a hogares de bajos ingresos en muchas regiones a construir viviendas seguras y legales. Programas como la microfinanciación de la vivienda demuestran que los créditos modestos, combinados con asistencia técnica, pueden mejorar a gran escala las viviendas construidas por los propios habitantes y convertir los refugios inseguros en viviendas más seguras sin necesidad de esperar a una subvención perfecta. Estas herramientas no sustituyen a las inversiones públicas, pero permiten a los arquitectos y a las ciudades actuar de inmediato mientras las reformas más amplias avanzan lentamente.
Comercialización excesiva y homogeneización del diseño
Una queja que se escucha a menudo es que los nuevos barrios se sienten iguales en todas partes: pulidos, de marca y extrañamente superficiales. Esta crítica no es nueva: Edward Relph advirtió sobre la «ausencia de lugar», Marc Augé definió los «lugares sin lugar», como los aeropuertos y los centros comerciales, y Rem Koolhaas criticó los interiores en serie en su libro «Junkspace». El lenguaje que utilizan refleja lo que muchas personas sienten sobre el terreno: cuando predominan las finanzas, la rapidez y la gestión de riesgos, los edificios tienden a repetir las formas y revestimientos más seguros.
Las investigaciones sobre la marca y el diseño urbano muestran cómo los modelos de desarrollo global pueden suprimir el tejido local, las economías de materiales y la vida informal. El resultado no es solo una uniformidad visual, sino también una degradación social, es decir, espacios optimizados para la eficiencia en lugar del sentido de pertenencia. Esto se percibe en el sistema de orientación calibrado de un centro comercial o una terminal, que, aunque le guía de manera eficiente, en realidad le proporciona muy poca información sobre dónde se encuentra. Este conflicto entre la eficiencia comercial y la identidad civil es la razón por la que quienes critican la homogeneización vuelven constantemente a temas como la memoria, la artesanía y el uso público.
El deterioro de las infraestructuras públicas y los espacios públicos
Cuando la infraestructura básica se deteriora, ni siquiera los edificios en buen estado pueden mantener una ciudad en pie. Los informes de los ingenieros llevan años llamando la atención sobre la insuficiencia de las inversiones; en 2021, la nota nacional en Estados Unidos fue de C-, y los periodistas siguen destacando que, a pesar de los gastos recientes, siguen existiendo déficits de financiación. A nivel mundial, los bancos de desarrollo señalan que siguen existiendo grandes deficiencias en sistemas básicos como el transporte, el agua y el acceso digital, que sustentan la vida cotidiana y la movilidad económica. Paralelamente, las directrices de diseño urbano de ONU-Hábitat recuerdan que las ciudades deben destinar casi la mitad de su superficie a calles y espacios públicos; cuando se incumple esta regla básica, los espacios públicos disminuyen y las zonas residenciales privadas ocupan ese vacío.
Los resultados se pueden ver en lugares pequeños pero significativos. En la ciudad de Nueva York, las inspecciones de los Espacios Públicos de Propiedad Privada revelaron que muchos sitios no proporcionaban las oportunidades y el acceso prometidos a cambio de las bonificaciones por desarrollo. Cuando la inspección se retrasa, la parte «pública» de estos espacios se desgasta y, con ello, disminuye la confianza en que la densidad proporcionará beneficios comunes. Revertir este desgaste no es solo una cuestión de presupuesto, sino también una cuestión de práctica, gestión y diseño que considere comportamientos como el ocio, las reuniones y las protestas no como una obligación, sino como derechos de ciudadanía.
Dependencia tecnológica y pérdida de la artesanía
Las herramientas digitales y, ahora, la inteligencia artificial aceleran los procesos de dibujo, coordinación y optimización. Esto supone un verdadero avance cuando los proyectos son complejos y los plazos ajustados. Sin embargo, la rapidez y la facilidad pueden llevar a la disciplina hacia unos supuestos seguros: las mismas familias de detalles, la misma lógica de fachadas, las mismas atmósferas renderizadas. Los últimos estudios sobre la inteligencia artificial en la arquitectura, al tiempo que elogian su eficiencia, también señalan el riesgo de que el diseño se vea limitado si los resultados se entrenan según un canon visual restringido. La cuestión no es si debemos utilizar estas herramientas, porque, por supuesto, debemos hacerlo, sino cómo mantener la curiosidad y el juicio crítico en el ciclo.
Por otro lado, muchos países se enfrentan a una escasez de trabajadores cualificados, lo que está mermando silenciosamente el potencial de los edificios. Los contratistas estadounidenses estiman que el sector necesitará alrededor de medio millón de trabajadores adicionales en 2024 y cientos de miles más en 2025. Las previsiones en el Reino Unido también apuntan a que esta escasez continuará. Cuando los trabajadores jóvenes no ven un futuro estable en las obras y las oportunidades de formación son limitadas, el oficio se pierde. Esta pérdida es tanto técnica como cultural, ya que los conocimientos sobre construcción no solo se encuentran en los manuales, sino también en las manos y los equipos de los trabajadores.
También hay ejemplos esperanzadores. El interés que la UNESCO muestra por los oficios vivos, desde los trabajos históricos en los tejados de París hasta las técnicas de construcción tradicionales de otros lugares, demuestra cómo las políticas pueden mejorar la situación de los artesanos cualificados y atraer a nuevos talentos. Si los oficios tradicionales son reconocidos y remunerados de forma justa, las ciudades podrán conservar la experiencia necesaria para preservar y adaptar su tejido urbano. En una era dominada por la tecnología, la lección es clara: la velocidad digital no debe sustituir a las habilidades duraderas, sino complementarlas. Cuando las bibliotecas de códigos y las bibliotecas de detalles coexisten, la arquitectura mejora.
Luces de esperanza: Tendencias contemporáneas que apuntan a un futuro más brillante
Diseño circular y la revolución del reciclaje
El cambio más prometedor es considerar los «residuos» no como algo inevitable, sino como un error de diseño. El diseño circular exige a los arquitectos que planifiquen los edificios como bancos de materiales con capas que puedan mantenerse, modificarse, reproducirse y, en última instancia, recuperarse con un alto valor. Los analistas indican que la aplicación de principios circulares al cemento, el acero, el aluminio y el plástico podría reducir en más de un tercio las emisiones relacionadas con los materiales de construcción para mediados de siglo. Esto demuestra que las decisiones de diseño pueden cambiar la matemática climática a la baja.
Las ciudades están empezando a incorporar la circularidad en sus normas y herramientas. La estrategia circular de Ámsterdam combina la política con los «pasaportes de materiales», que registran el contenido de un edificio y su valor al final de su vida útil. Se trata de un paso práctico hacia los mercados de componentes, en lugar de los vertederos de escombros. La planificación de Londres ahora exige Declaraciones de Carbono y Economía Circular para todo el ciclo de vida para los grandes proyectos y anima a los clientes a tener en cuenta tanto las emisiones visibles como las invisibles. No se trata de eslóganes, sino de herramientas de compra y concesión de permisos que facilitan la reutilización y el diseño con bajas emisiones de carbono.
Las regulaciones aplicadas localmente demuestran la escala de la circularidad. La norma de demolición de Portland, en lugar de demoler aproximadamente 600 viviendas, las desmontó por piezas, lo que permitió recuperar unas 2000 toneladas de madera y numerosos elementos fijos para darles una nueva vida en otros edificios. Las instituciones locales han documentado cómo los cambios en la normativa y la formación han hecho esto posible para los pequeños contratistas. El diseño circular, la política, los mercados y la artesanía, cuando se unen, parecen más una nueva base que una simple tendencia.
Reutilización adaptativa de edificios históricos
Proteger y renovar un edificio suele ser la forma más rápida de reducir las emisiones de carbono, ya que evita las grandes emisiones iniciales que conlleva la construcción de un nuevo edificio. Los grupos de conservación y climáticos repiten una y otra vez la misma conclusión: la reutilización retrasa o elimina las emisiones de carbono que se producen con las nuevas construcciones, y el tiempo es un factor muy importante en esta carrera contra el reloj. Por eso, muchas ciudades y organizaciones profesionales hablan ahora de «renovación primero» y consideran las nuevas construcciones como excepciones que deben justificarse.
La política y las finanzas también están empezando a darse cuenta de esta realidad. Las evaluaciones del ciclo de vida completo del carbono y la guía sobre economía circular de Londres están promoviendo cada vez más la conservación y la renovación. En Estados Unidos, las agencias federales han creado un conjunto de herramientas interdepartamentales para facilitar la conversión de oficinas en viviendas, y los grupos industriales están siguiendo un proceso que por fin está avanzando: docenas de proyectos completados en 2023, más en 2024 y cientos de proyectos previstos o en curso en 2025. Sin embargo, los analistas advierten que solo una parte de los edificios es realmente viable. El mensaje es claro: las conversiones no lo resolverán todo, pero cuando el diseño, la deuda y los planes urbanísticos estén en consonancia, se obtendrán beneficios tanto en el ámbito climático como en el de la vivienda.
Más allá de la política, proyectos famosos hacen visible esta idea. Proyectos de reurbanización de alto perfil, como la central eléctrica de Battersea, muestran cómo las estructuras industriales pueden albergar nuevas viviendas, cultura y oportunidades de trabajo, al tiempo que conservan el pasado. Estos proyectos nos recuerdan que las ciudades pueden crecer adaptando los activos del pasado a las necesidades del futuro.
Iniciativas de diseño centradas en la comunidad
El hecho de que los residentes influyan en los resultados también aumenta el optimismo. En su último informe sobre programas participativos, ONU-Hábitat documenta que se ha llegado a millones de personas gracias a mejoras y servicios diseñados conjuntamente. Los estudios académicos sobre la presupuestación participativa revelan que se han logrado avances cuantificables en la confianza ciudadana y la resolución de problemas urbanos. Cuando las comunidades deciden cómo se gastan los fondos o cómo se desarrollan las calles y plazas, los proyectos tienen una mayor durabilidad, ya que pertenecen a las personas que los utilizan.
Las fundaciones de terrenos comunitarios y las cooperativas añaden una capa de gobernanza a esta práctica. El estudio de Londres para 2025 muestra que el sector está creciendo de forma modesta, pero con el apoyo adecuado. Periodistas e investigadores señalan cómo las CLT mantienen las viviendas asequibles de forma permanente, al tiempo que profundizan el control de los residentes. Mientras las ciudades buscan modelos que equilibren la equidad y la resiliencia, las CLT convierten a los vecinos en administradores a largo plazo, en lugar de beneficiarios a corto plazo.
Incluso las medidas rápidas y tácticas (cierre del tráfico peatonal los fines de semana, plazas temporales, programas de calles abiertas) ahora están respaldadas por pruebas. Estudios realizados desde Barcelona hasta Japón y Estados Unidos demuestran que las intervenciones que dan prioridad a los peatones están relacionadas con un aire más limpio, una mayor seguridad y un aumento de las ventas minoristas, al tiempo que señalan los problemas de igualdad y ruido que deben resolverse en la siguiente fase. Ser centrado en la comunidad no significa ser informal, sino repetitivo, moderado y basado en las prioridades locales.
Modelos de planificación urbana integrados con la naturaleza
Los planes biofílicos y sensibles al agua se están convirtiendo de borradores en normativas. La nueva Ley de Restauración de la Naturaleza de Europa establece objetivos de restauración vinculantes y obliga a los países miembros a detener la pérdida de zonas verdes urbanas para 2030 y, a continuación, a aumentar las zonas de sombra y las zonas verdes. De este modo, los parques, los árboles de las calles y los tejados verdes se convertirán en infraestructura con respaldo legal. Este cambio redefine la sombra, el control del agua de lluvia y la biodiversidad no como oportunidades, sino como servicios públicos.
Las ciudades están creando sus propios libros de jugadas. La estrategia «Ciudad en la Naturaleza» de Singapur conecta los corredores ecológicos, los bosques urbanos y los programas de investigación con la reducción del calor y el acceso diario a las zonas verdes. Los borradores del plan maestro y las actualizaciones institucionales para 2025 muestran que los esfuerzos se han ampliado desde la política hasta las redes conectadas sobre el terreno. Paralelamente, el programa de ciudades esponja de China sigue ampliando las superficies permeables, los humedales y las zonas de almacenamiento para mitigar las inundaciones y las sequías. Los últimos estudios catalogan los avances y las dificultades en la aplicación de las normas en terrenos muy diferentes. La planificación prioritaria de la naturaleza no es una plantilla única, sino un conjunto de herramientas que las ciudades adaptan en función de los riesgos climáticos y las necesidades sociales.
Los resultados son cada vez más medibles a escala de barrio. Las evaluaciones de los superbloques de Barcelona revelan una disminución del tráfico y una reducción local de los niveles de NO₂ y partículas, además de beneficios para la salud. Esto demuestra que la inclusión de zonas verdes y calles con tráfico lento en la red urbana puede mejorar la vida cotidiana y reducir los problemas de contaminación atmosférica y acústica.
Democratización de la inteligencia artificial, las herramientas paramétricas y de diseño
Lo más emocionante del ecosistema de software actual es lo abierto y accesible que es. Basándose en motores certificados como Ladybug Tools, Radiance y EnergyPlus, permite a cualquier usuario de Rhino/Grasshopper realizar análisis de luz natural, energía, flujo de aire y confort. La creación de BIM de código abierto a través de BlenderBIM reduce los costes para los estudiantes y las pequeñas empresas, al tiempo que enseña la fluidez de IFC, y los centros de datos como Speckle permiten transferir modelos entre herramientas sin bloqueo de archivos. Estas pequeñas libertades técnicas permiten una mayor participación.
Al mismo tiempo, las plataformas comerciales están incorporando el análisis y la automatización en las primeras fases del diseño conceptual. Por ejemplo, Autodesk Forma ahora integra datos sobre el viento, el sol y el ruido, lo que permite a los equipos realizar pruebas de masa y orientación antes de tomar decisiones. Las estrechas conexiones con Revit aceleran aún más este ciclo. Los comentarios recibidos en esta fase inicial, en la que el coste de los cambios es bajo, ayudan a las empresas de menor tamaño a alcanzar objetivos de rendimiento que antes requerían equipos de expertos.
El proceso de adopción avanza de forma irregular, pero se están logrando avances. Según la última investigación de la AIA, aunque el interés es alto y las aplicaciones piloto se están generalizando, el número de empresas que aplican plenamente los flujos de trabajo de IA sigue siendo minoritario. Esto puede ser una buena noticia: al tiempo que se obtienen beneficios evidentes, como la documentación automatizada, la búsqueda de precedentes y las pruebas rápidas de escenarios, se gana tiempo para establecer normas como la equidad, la autoría y la verificación. La democratización no solo tiene que ver con el acceso a las herramientas, sino con dar forma a cómo estas herramientas pueden fortalecer el poder judicial, sin sustituirlo.
Consideradas en conjunto, estas luces de esperanza no son tendencias aisladas, sino un ciclo de optimismo práctico. Los métodos cíclicos reducen los residuos, la reutilización reduce las emisiones de carbono, las comunidades dirigen el valor, la naturaleza cumple una doble función para el clima y la salud, y las mejores herramientas difunden las capacidades. El futuro próximo de la arquitectura parece más brillante porque se está volviendo más enseñable, más medible y más compartible.
Proyectos que materializan el optimismo arquitectónico
Lowline (Nueva York): Renovación ecológica subterránea
Lowline imaginó algo que las ciudades casi nunca han intentado: un parque público que crece bajo la calle. La idea básica era engañosamente simple: recoger la luz solar de la superficie y enviarla hacia abajo a través de colectores que «captan la luz a distancia», permitiendo que las plantas realicen la fotosíntesis durante todo el año. Los primeros prototipos demostraron que era físicamente viable. En el barrio Lower East Side de Manhattan, se creó un Lowline Lab a escala real, equipado con fibra óptica «heliotubes», plantas verdes, ventilación y humedad controlada. No se trataba solo de una demostración, sino de un campo de pruebas para ver cómo podían funcionar la luz, el aire y la jardinería en un espacio abandonado desde hacía décadas, heredado de la era del ferrocarril.

El proyecto finalmente se detuvo en 2020 tras un retraso en el proceso de financiación. Esta situación volvió a recordar que las tecnologías visionarias también deben superar pruebas de resistencia en términos de financiación y gobernanza. Sin embargo, sigue siendo valioso como caso práctico: trazó una hoja de ruta para renovar los profundos restos urbanos con sistemas vivos, creó una conciencia pública en torno a un espacio imposible y dejó un conjunto de herramientas refinadas (direccionamiento de la luz solar, estrategias de plantación y participación pública) que otras ciudades pueden adaptar a túneles, patios y sótanos en busca de una segunda vida. El optimismo aquí no tiene que ver con una ceremonia de inauguración, sino con demostrar que se puede realizar una especie de cirugía urbana y compartir las notas quirúrgicas.
Reconstrucción mediante el diseño (EE. UU.): Creación de resiliencia basada en la colaboración
Tras el huracán Sandy, Rebuild by Design redefinió la respuesta ante desastres como un proceso de diseño público. En lugar de premiar los proyectos a puerta cerrada, el Departamento de Vivienda y Desarrollo Urbano (HUD) y sus socios organizaron un concurso en varias fases que reunió a comunidades, científicos, ingenieros y diseñadores para analizar los riesgos y crear soluciones de forma conjunta. El resultado fue una cartera de soluciones adaptadas a cada lugar, en lugar de una única pared: costas vivas, parques absorbentes, compuertas, bombas y regulaciones de gobernanza. Este método supuso un verdadero punto de inflexión: convirtió la resiliencia en un proyecto civil que incluía investigación, aplicaciones piloto y comentarios, en lugar de un producto de ingeniería.

Se puede ver cómo este enfoque se ha materializado. En el bajo Manhattan, la idea del Big U se ha convertido en el proyecto East Side Coastal Resiliency, que actualmente se está inaugurando por fases. Este proyecto combina la renovación de los parques a lo largo del East River con medidas de protección contra las inundaciones. En Nueva Jersey, se está construyendo activamente el plan «Resist, Delay, Store, Discharge» (Resistir, Retrasar, Almacenar, Descargar) del río Hudson, que combina la infraestructura verde con diques y compuertas para ralentizar y retener las aguas pluviales en Hoboken y las ciudades vecinas. Ya no se trata solo de planos; son contratos, vallas de obras y nuevos espacios públicos que surgen de un marco centrado en el diseño y que otras zonas costeras están empezando a imitar.

La Fábrica de Ricardo Bofill: una fábrica de cemento reconvertida
La Fábrica es un ejemplo de optimismo construido con ladrillo y hormigón: una antigua fábrica de cemento contaminada se ha transformado en un estudio, una vivienda y un jardín sin borrar sus huellas. El equipo de Bofill, mediante un selectivo proceso de demolición, excavación y reconstrucción, ha transformado los silos en oficinas, una enorme «catedral» en un espacio de montaje y eventos, y los tejados en terrazas rodeadas de vegetación. El pasado del edificio no se ha ocultado; las estructuras industriales y los románticos interiores coexisten para que el espacio pueda cumplir su función, inspirar y recordar el pasado al mismo tiempo.

Décadas después, La Fábrica sigue albergando las actividades de la RBTA y sirve de guía para la reutilización adaptable a escala arquitectónica: conserva los elementos que transmiten la memoria y la estructura, elimina los que obstaculizan la luz y la vida, y añade con delicadeza nuevos sistemas. En la era climática, esta durabilidad es importante, ya que cada año que sigue prestando servicio como estudio y vivienda es un año en el que se conserva el carbono incorporado y una prueba de que el valor cultural y la conciencia medioambiental pueden ser la misma decisión.
Escuela Primaria Gando (Burkina Faso): Fortalecimiento de la lengua local
La primera obra de Francis Kéré comenzó con una pregunta tan sencilla como la que haría un niño: ¿cómo se puede construir un aula fresca y luminosa sin apenas dinero? La respuesta fue la tierra local, la sombra y el aire. Los bloques de arcilla comprimida, una amplia marquesina con canalones elevada sobre el techo y aberturas cuidadosamente colocadas crearon un efecto de chimenea que permitía la ventilación cruzada y extraía el aire caliente del interior, dejando entrar el aire fresco. La construcción se llevó a cabo junto con la comunidad, se transmitieron habilidades y se generó orgullo, de modo que la escuela no solo se convirtió en un lugar de aprendizaje, sino también en una forma de aprender haciendo.


El reconocimiento no tardó en llegar: en 2004 ganó el Premio Aga Khan y este enfoque se extendió a las viviendas de los profesores, las bibliotecas y una escuela secundaria, todas ellas con las mismas normas respetuosas con el clima. Gando demuestra que el «alto rendimiento» no requiere alta tecnología, sino inteligencia en el diseño que se adapte a los materiales, el clima y las personas. Así, el edificio enseña comodidad, dignidad y autonomía con cada brisa que sopla a través de él.
Pensadores visionarios: voces que fomentan el optimismo en su campo
Diébédo Francis Kéré y el poder del empoderamiento local
Los trabajos de Kéré demuestran que, cuando el diseño parte del ser humano y el clima, es posible crear obras arquitectónicas de talla mundial con medios modestos. En sus trabajos, que comenzaron en su pueblo natal, Gando, utilizó la mano de obra de la comunidad, tierra compactada y una estrategia de ventilación con doble techo para crear aulas luminosas y frescas que honran la vida cotidiana. Los resultados redefinieron los límites de lo posible en el pueblo. Este éxito no se debió al alto coste de los edificios, sino a su inteligencia: la escuela primaria de Gando (terminada en 2001) ganó el Premio Aga Khan y las aplicaciones comunitarias más amplias de Kéré recibieron el Premio Pritzker 2022.

Los proyectos públicos que van desde el Serpentine Pavilion de Londres hasta los edificios sanitarios y culturales de África Occidental reflejan la misma idea: una arquitectura colectiva que crea belleza y durabilidad mediante el uso de materiales locales, el conocimiento del clima y la producción conjunta. Estas obras trazan una hoja de ruta replicable para regiones con presupuestos limitados y condiciones climáticas adversas: construya con los materiales que tenga a su alcance, enseñe el método mientras construye y priorice el confort a través del aire, la sombra y la proporción antes que las máquinas.
Carlo Ratti y la integración de la tecnología y la ecología
La contribución de Ratti consiste en considerar las ciudades como sistemas vivos capaces de percibir y reaccionar. A través del Senseable City Lab del MIT y su propia aplicación CRA, ha demostrado cómo los datos y los prototipos pueden transformar los comportamientos y las políticas en entornos urbanos más limpios y amigables, por ejemplo, mediante el seguimiento del flujo de residuos, la conversión de bicicletas en sensores móviles o la sombreado de espacios públicos con marquesinas sensibles. Lo importante no son los gadgets, sino la retroalimentación: cuando los ciudadanos ven cómo funcionan los sistemas, pueden cambiarlos.

Como comisario de la Bienal de Arquitectura de Venecia 2025, ha defendido que la reducción ya no es suficiente y que la arquitectura debe adoptar la armonía. Para llevar una buena vida en un clima cambiante, es necesario combinar la naturaleza, la tecnología y la acción colectiva. Su propuesta «Hot Heart» (Corazón caliente), elaborada para Helsinki y ganadora del concurso de energía de la ciudad, materializa esta actitud mediante el almacenamiento de calor renovable en un archipiélago que también cumple una función paisajística pública. Esto crea un modelo que combina la infraestructura con la creación de espacios, convirtiendo la transición ecológica en una experiencia concreta y compartida.
Kate Orff y la urbanística ecológica sostenible
Los trabajos de Orff reintegran la ecología en la vida urbana, convirtiendo la resiliencia en algo que se puede recorrer, aprender y amar. El proyecto Living Breakwaters de su empresa SCAPE rodea Staten Island con estructuras costeras que reducen la energía de las olas, crean hábitats y apoyan programas comunitarios a través de un centro acuático planificado. Esta infraestructura basada en la naturaleza ya está totalmente construida. El premio MacArthur Fellowship que recibió en 2017 reconoció su enfoque activista y científico de los espacios públicos.

Más allá de proyectos individuales, Orff elaboró «Hacia una ecología urbana», un vocabulario y manual para diseñadores y autoridades que desean obtener beneficios comunes: sistemas de protección contra inundaciones que enseñan ecología marina, costas que despiertan la conciencia medioambiental y sistemas de parques que refrescan los barrios al tiempo que recuperan la biodiversidad. Se trata de un optimismo que no se mide con eslóganes, sino con ostras, estudiantes y sombrillas en verano.
Balkrishna Doshi y la arquitectura como derecho humano
Doshi dedicó décadas a demostrar que la dignidad se puede diseñar a gran escala. Su proyecto residencial Aranya, en Indore, supuso un punto de inflexión al organizar a decenas de miles de personas en conjuntos transitables equipados con centros de servicios y patios, lo que permitió a las familias construir y ampliar sus hogares según sus posibilidades. Se trata de una ciudad que crece con sus habitantes, no contra ellos. Esta es una de las razones por las que el comité Pritzker honró a Doshi en 2018 por su arquitectura «que impacta a la humanidad» con elegancia y profundidad.

Su legado abarca desde instituciones educativas hasta pequeñas viviendas, siempre en armonía con el clima y la cultura, y destaca que lo asequible no significa lo sencillo. Incluso después de su fallecimiento en 2023, su obra sigue guiando a una generación hacia un estándar sencillo: un diseño no se considera completo si no contribuye a mejorar la vida, el aprendizaje y el sentido de pertenencia de las personas.
Construir un futuro digno de confianza
Más allá de la estética: replanteamiento del éxito arquitectónico
La definición de «buena» arquitectura, que seguirá siendo válida en el futuro, comienza por el rendimiento que los edificios ofrecen a las personas y al planeta tras su inauguración. Por eso son importantes las calificaciones de rendimiento de uso como NABERS UK: estas calificaciones evalúan las oficinas en función del consumo energético anual medido, en lugar de las promesas de diseño, y convierten los resultados en una medida pública que los clientes y los ocupantes del edificio pueden comprender y mejorar. Cuando el perfil energético de un edificio es visible, el éxito deja de ser un certificado estático y se convierte en un objetivo vivo.
Esta perspectiva también se extiende al carbono y la salud. Londres ahora exige que los grandes proyectos presenten evaluaciones del carbono durante todo el ciclo de vida. De este modo, los equipos pueden tener en cuenta no solo las emisiones que aparecen en las facturas de electricidad, sino también las emisiones derivadas de los materiales, la construcción, la explotación y los procesos al final de la vida útil. Los enfoques post-uso, como Soft Landings y POE estructurado, completan el ciclo ajustando los sistemas junto con los usuarios mediante el uso de datos medidos de confort, ruido y energía. Estas piezas se refuerzan entre sí: normas como la PAS 2080 orientan la gestión del carbono durante todo el ciclo de vida, las guías urbanísticas exigen un cálculo transparente y los marcos de evaluación incorporan el aprendizaje a la práctica. El éxito, redefinido, se presenta como un edificio que demuestra sus afirmaciones en la práctica y mejora con cada estación.
Educar a las generaciones futuras con optimismo y conciencia de los objetivos
Cuando la educación vincula el diseño al interés público, el optimismo se convierte en algo enseñable. La Carta UNESCO-UIA define al arquitecto como un experto generalista y, en ocasiones, como un «facilitador» que reúne a otras personas. Esta definición legitima las prácticas informadas sobre el clima, no como algo marginal, sino como algo fundamental, bajo el liderazgo de la comunidad. Cuando se combina con hojas de ruta nacionales, como el sistema RIBA/ARB del Reino Unido, se establece la expectativa de que la competencia técnica, la ética y el servicio vayan de la mano.
Este espíritu se extiende a las escuelas e incluso a la educación primaria y secundaria. Las iniciativas de la AIA para la educación primaria y secundaria preparan planes de estudio prácticos, visitas guiadas y guías de prácticas que hacen que el diseño sea comprensible para los jóvenes, especialmente para aquellos que se encuentran fuera del sistema educativo tradicional. Cuando los estudiantes ven la arquitectura como una herramienta para la salud, el clima y la igualdad, entran en los estudios con preguntas más interesantes. Las plataformas de la Bienal refuerzan esta transformación educativa: mientras que «El laboratorio del futuro» de Lesley Lokko se centra en nuevas voces y geografías, la edición de 2025 de Carlo Ratti defiende que la adaptación requerirá la colaboración entre la inteligencia natural, artificial y colectiva. Estos escenarios dominantes enseñan al público y a la profesión que el cambio es tanto posible como necesario.
Promover políticas que permitan el diseño inclusivo
La inclusividad aumenta cuando las normas lo establecen como requisito predeterminado. La Ley de Estadounidenses con Discapacidades (ADA) establece normas de diseño aplicables para instalaciones públicas, comerciales y estatales/locales, y especifica en detalle todo, desde las vías y puertas hasta las características de comunicación. A nivel internacional, la norma ISO 21542:2021 reúne los requisitos de buenas prácticas para la accesibilidad y la usabilidad en los accesos, la circulación y las salidas, proporcionando una referencia común que pueden adoptar los diseñadores y las autoridades. Estos marcos son la arquitectura silenciosa de la dignidad: normalizan la diversidad corporal, sensorial y cognitiva.
Las ciudades pueden ir más allá vinculando la inclusividad a los permisos de planificación. La Política D5 del Plan de Londres considera el diseño inclusivo como un elemento inseparable del buen diseño y ofrece directrices que abarcan desde estrategias de evacuación hasta declaraciones de diseño y accesibilidad. Si las condiciones de planificación y la inspección de edificios se reflejan entre sí, la inclusión no es un elemento adicional, sino parte del proceso, desde el borrador del concepto hasta la entrega.
Combinar las tradiciones globales con la innovación moderna
Un futuro lleno de esperanza suele comenzar por mejorar el pasado. Los sistemas de mashrabiya adaptables utilizados en proyectos como Al Bahar Towers muestran cómo una idea de sombreado utilizada durante siglos puede transformarse en una fachada sensible que reduce la luz solar y, al mismo tiempo, preserva la identidad local. Paralelamente, las investigaciones sobre captadores de viento y patios confirman numéricamente una realidad que los constructores locales ya conocen: las aberturas, chimeneas y espacios sombreados de las dimensiones adecuadas proporcionan ventilación y interiores más frescos en las zonas cálidas, lo que reduce la dependencia de los sistemas mecánicos en los momentos más importantes. El puente es un enfoque metodológico (medición, simulación e iteración), mientras que la inspiración proviene de la cultura.
La artesanía también forma parte de este puente. El reconocimiento por parte de la UNESCO de los maestros techadores de zinc de París pone de relieve que las habilidades vivas constituyen la infraestructura; cuando estas habilidades se valoran, las ciudades pueden conservar y adaptar su patrimonio con gran calidad. Combine estas artesanías con objetivos de rendimiento contemporáneos, desde las restricciones de demanda de calor de las casas pasivas hasta la modelización del clima local, y la tradición dejará de ser un obstáculo para el progreso y se convertirá en un catalizador de la sensibilidad.
Escribir, hablar y compartir: los arquitectos como intelectuales públicos
Si los arquitectos explican con un lenguaje sencillo los «motivos» que hay detrás de sus decisiones, la confianza de la población aumentará. Jane Jacobs no ganó con sus dibujos, sino con sus libros, artículos y testimonios, en los que relacionaba la vida en la calle con las preferencias políticas y convertía a los vecinos en un movimiento. Los ejemplos equivalentes de hoy en día abarcan desde conjuntos de herramientas centradas en la ciudad hasta detalles de código abierto, pasando por exposiciones que ponen de relieve la armonía y la igualdad. Cuando los profesionales publican las lecciones que han aprendido, abren sus datos y se muestran abiertos a las críticas, convierten sus proyectos en educación cívica.
Este papel va más allá de la defensa; se trata de gestionar la atención. Tras una década de ruido (tanto en sentido literal como figurado), organizaciones sanitarias como la OMS relacionan el ruido ambiental con problemas cardiovasculares y de salud mental. Cuando los arquitectos convierten estas pruebas en acústica de salas, secciones de calles y resúmenes de compras, demuestran una profesionalidad de interés público que gana autoridad por su utilidad. El optimismo resulta creíble cuando el sector muestra sus trabajos, comparte sus recursos e involucra al público en los debates sobre diseño.