Dök Arquitectura

¿Se puede diseñar la libertad?

La libertad en la arquitectura no significa ausencia de reglas o vacío, sino ofrecer a las personas un espacio real para elegir, cambiar y crecer en su entorno. Los edificios que «aprenden» con el tiempo y se adaptan a los cambios en las vidas ofrecen una belleza diferente: no la perfección fija de un modelo, sino la elegancia vivida de un espacio que responde constantemente. Pensemos en la opinión de Stewart Brand de que los edificios tienen éxito cuando sus capas pueden cambiar a diferentes velocidades, de modo que los usuarios pueden cambiar fácilmente lo que se puede mover sin alterar lo que es permanente. Esta flexibilidad por capas es un camino práctico hacia la libertad espacial.

La segunda fuente de libertad es la distinción entre lo que debe compartirse y es fijo, y lo que puede ser personal y variable. N. John Habraken lo denominó «soporte» y «relleno», y defendió que, si la estructura principal está diseñada como un marco resistente, los residentes deben poder controlar todo lo que hay dentro. Esta sencilla reorganización del poder —el marco por parte de los profesionales, la vida por parte de los residentes— transforma el edificio de un producto a una plataforma. La teoría de la estructura abierta ha demostrado, mediante métodos, contratos y estudios de casos, cómo se pueden planificar las ciudades no contra el cambio, sino a favor del cambio.

Cuando la libertad se convierte en un objetivo, el papel del arquitecto también cambia: en lugar de ser el compositor de monumentos terminados, se convierte en el guardián de las posibilidades. Esto se puede ver en las viviendas escalonadas diseñadas por Alejandro Aravena, que son «casas a medio terminar» que las familias pueden completar con el tiempo, y que luego se pueden descargar gratuitamente para que otros puedan adaptarlas. Esto también se puede ver en la tradición escandinava del diseño participativo, en la que los usuarios son invitados a tomar decisiones desde el principio, en lugar de ser «consultados» posteriormente. La libertad no es un estilo, sino una forma de gestión, un método y una ética integrados en el trabajo.

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Fundamentos de la autonomía arquitectónica

La autonomía arquitectónica comienza con la autonomía del usuario: espacios que permiten a las personas escribir sus propias vidas en lugar de aplicar el guion del diseñador. Los «patrones» de Christopher Alexander definieron la autonomía como un acervo de conocimientos al alcance de la gente común, unas reglas lingüísticas sencillas que ayudan a todos a dar forma a calles, habitaciones y umbrales que resultan adecuados. Ver a las personas como coautoras convierte el diseño en un diálogo social, en lugar de una decisión única.

A escala de la ciudad, la autonomía se desarrolla cuando la estructura espacial fomenta el movimiento, los encuentros y las elecciones. Los estudios sobre la sintaxis espacial muestran cómo la configuración de las calles y las habitaciones influye silenciosamente en lo que hacen las personas (por dónde caminan, dónde se detienen, cómo se reúnen las comunidades). Diseñar con esta información no es controlar, sino ser hospitalario a escala del plan, haciendo que las redes espaciales se adapten a la voluntad humana y permitiendo que surjan vidas muy diferentes.

Cambios históricos hacia el diseño centrado en el usuario

El diseño centrado en el usuario no surgió de la nada en el entorno construido; nació a mediados del siglo XX de las críticas al modernismo impuesto desde arriba y de las experiencias democráticas en Escandinavia, donde los sindicatos y las comunidades defendían que los trabajadores y los residentes debían tener voz y voto en la configuración de su entorno. Esta postura política sembró las semillas de los métodos (talleres, prototipos, ciclos de retroalimentación) que la arquitectura adaptó posteriormente a las viviendas, los edificios públicos y los barrios. El objetivo no era una participación cosmética, sino la redistribución de la autoría.

Alexander defendía lenguajes de diseño que pudieran utilizar incluso personas sin conocimientos especializados. Un «ejemplo» no es una receta; es una parte compacta de información compartida sobre lo que funciona y que se puede combinar, adaptar y debatir. Este espíritu, es decir, enseñar las reglas básicas y luego retirarse, ayudó a la arquitectura a avanzar hacia una cultura que acepta el conocimiento de los no expertos y la vida cotidiana como aportaciones legítimas al diseño.

El auge de los sistemas modulares y abiertos

La modularidad y la estructura abierta han transformado los ideales centrados en el usuario en lógica constructiva. Si el edificio principal soporta elementos pesados y duraderos, el material de relleno puede sustituirse como si fuera mobiliario. Esta distinción técnica también permite distinciones legales y financieras: las diferentes partes pueden tener, mantener y cambiar diferentes capas sin interferir entre sí. El resultado es una ciudad que puede renovarse por dentro, unidad por unidad, sin necesidad de demolición.

El enfoque de «separación de capas» de Brand expresa la misma situación en otros términos: el sitio es lo que más dura, la estructura es permanente, los servicios se vuelven obsoletos más rápidamente, el plan de espacio cambia con frecuencia y los «objetos» cambian constantemente. Cuando los edificios siguen estos ritmos (fáciles de mantener, fáciles de replantear), las personas ganan libertad para reestructurar sus vidas sin desperdiciarlas. La modularidad no es un gusto por las rejillas, sino una lealtad al tiempo.

Arquitectos como facilitadores, no como controladores

Si la arquitectura va a catalizar la libertad, el arquitecto, en lugar de dictar los resultados, organiza las condiciones. Las viviendas escalonadas de Aravena son un ejemplo vivo de ello: los núcleos semiacabados garantizan la calidad y la seguridad; las familias añaden habitaciones, revestimientos y lugares de trabajo en la medida en que lo permiten sus recursos. Años más tarde, las investigaciones sobre estos barrios revelan un mosaico de añadidos que reflejan la cultura, los ingresos y la imaginación, precisamente la diversidad que el diseño de arriba abajo tiene dificultades para producir.

Una actitud activadora también implica compartir herramientas. Cuando Elemental publicó los planos de los sistemas de viviendas para que todos pudieran utilizarlos, redefinió la autoría como un servicio. Esta lección se puede generalizar: publica el conjunto de piezas, explica los patrones, abre el marco. Cuanto más comprensible y modificable sea un proyecto para la comunidad, más les pertenecerá, no solo sobre el papel, sino también en la práctica.

Del monumento al marco: filosofías cambiantes

Cedric Price se dio cuenta muy pronto de que los edificios más generosos podían servir de andamio para cambiar los programas, es decir, que podían ser lugares en los que las posibilidades que ofrecían eran más importantes que sus formas. El Fun Palace se diseñó como una jaula programable para el aprendizaje y el juego, mientras que Potteries Thinkbelt imaginaba una infraestructura ferroviaria transformada en una universidad móvil. Se trataba de ficciones de diseño orientadas a la política real y mostraban cómo la arquitectura podía dar prioridad al cambio en lugar de a la finalización.

Esta mentalidad se ha convertido en una ética práctica en la era del carbono y el cambio. Incluso en los debates dominantes, la adaptabilidad se valora más que la ostentación desechable. Esto refleja la crítica de Brand hacia los iconos «intocables» que se resisten al cambio. La ciudad del futuro no será un museo donde se exhiban objetos perfectos, sino un conjunto de herramientas compuestas por marcos duraderos, abiertos al mantenimiento, la reutilización y nuevas historias.

El papel de la agencia en las narrativas espaciales

La agencia no es solo el derecho a cambiar las paredes; es la sensación de que el espacio invita a la acción. La psicología ecológica denomina estas invitaciones «affordances»: un banco invita a sentarse, un saliente invita a apoyarse, una amplia escalera invita a reunirse. Los buenos espacios son como frases abiertas: se pueden completar de muchas maneras. Diseñar teniendo en cuenta las affordances ajusta los umbrales, los bordes y las superficies, de modo que las personas descubren posibilidades en lugar de instrucciones.

https://sketchplanations.com/affordance

Libertad dentro de las restricciones

El diseño evoluciona cuando se enfrenta a un límite y decide bailar con él. Las normas, los presupuestos, los materiales, el clima y el lugar no son obstáculos para la creatividad, sino que forman parte del ritmo. Si los consideras socios, impulsarán el proyecto hacia la claridad, la durabilidad y el significado. Los edificios más generosos suelen surgir en lugares donde las normas son estrictas y los recursos limitados, porque cada movimiento es importante y cada elección debe servir a la vida.

Normas de construcción y expresión creativa

Las normas de construcción no están destinadas a limitar la imaginación, sino a establecer reglas básicas de seguridad y dignidad, de modo que la imaginación pueda volar con confianza. Por ejemplo, el Código Internacional de Construcción establece normas básicas relacionadas con la seguridad contra incendios y la seguridad de las personas, como la compartimentación, la detección y la extinción, para que las personas puedan salir del edificio y los bomberos puedan entrar en él en los momentos más importantes. Cuando se cumplen estas normas indiscutibles, la forma, la luz y el programa pueden arriesgarse con mayor libertad. En otras palabras, las normas no son caminos, sino barandillas.

Las normas de accesibilidad funcionan de la misma manera. Las Normas ADA de 2010 definen los requisitos mínimos de alcance y técnicos para que las puertas, rampas, baños, mostradores y caminos sean accesibles para todos. Los buenos proyectos toman estos requisitos como base y luego van más allá de lo que exige la ley para hacer que los movimientos cotidianos sean elegantes e intuitivos. Cuando el diseño de accesibilidad es universal, la expresión se vuelve más generosa, no menos.

Los códigos también están evolucionando para dar lugar a nuevas formas de expresión. El IBC 2021, al introducir oficialmente los tipos de madera de alta densidad (IV-A, IV-B, IV-C), ha permitido que los edificios de madera alcancen nuevas alturas sin dejar de cumplir los estrictos criterios de resistencia al fuego. Este cambio no ha «domesticado» la madera, sino que la ha legitimado y ha invitado a arquitectos e ingenieros a explorar construcciones más cálidas y con menos emisiones de carbono a escala urbana.

Restricciones presupuestarias y de materiales

Los presupuestos limitados pueden hacer que los proyectos sean más claros y acercar la arquitectura a las necesidades humanas. El proyecto de viviendas por fases de Alejandro Aravena considera el coste como una variable del diseño: construye la parte más difícil de realizar por las propias familias (estructura, cocina, baño) y deja un amplio espacio y capacidad para que los residentes puedan completarlo y ampliarlo con el tiempo. Incluso, al hacer públicos los planos de trabajo de varios proyectos, demostró que la información abierta y la prudencia pueden crear ciudades que crecen junto con su población.

La escasez de materiales también puede actuar como catalizador. Las iniciativas de ayuda humanitaria de Shigeru Ban utilizan modestos tubos de papel en situaciones en las que existen limitaciones difíciles en términos de rapidez, coste y logística. En Ruanda y en Kobe tras el terremoto, sus equipos construyeron rápidamente refugios y espacios comunitarios dignos con componentes que podían ser suministrados, construidos e incluso trasladados posteriormente a otro lugar por voluntarios. El resultado no es una arquitectura «barata», sino una meticulosa empatía transformada en un sistema.

En el contexto de las ciudades actuales, los presupuestos limitados han dado lugar a una reutilización radical. La transformación de las viviendas Grand Parc de Lacaton & Vassal en Burdeos ha evitado la demolición y, en su lugar, ha iluminado, ampliado y revitalizado 530 apartamentos ocupados con menos costes y emisiones de carbono, añadiendo profundos jardines de invierno y balcones. Aquí, la restricción ha dado lugar a la generosidad: más espacio, más luz, más libertad de movimiento para los residentes.

Clima, contexto y dificultades específicas de la región

El clima no es un mero telón de fondo, sino un coautor. Las normas de confort térmico, como ASHRAE 55 y la guía de confort adaptable (CIBSE TM52), ofrecen objetivos medibles que varían según la estación y las expectativas, y orientan los diseños hacia estrategias pasivas (movimiento del aire, sombreado, masa térmica) antes que hacia soluciones mecánicas. Cuando el confort se ajusta a las condiciones climáticas reales y a las personas reales, los edificios funcionan en armonía con el clima, en lugar de contra él.

La luz es otro clima. La norma EN 17037 redefine la luz natural como una cualidad que incluye objetivos medibles para la iluminación, la vista, el acceso a la luz solar y el control del deslumbramiento. Considerar la luz natural no como un elemento secundario, sino como un criterio de diseño, permite configurar los patios, la ubicación de las ventanas y los perfiles de sección para que los interiores transmitan una sensación de vitalidad sin comprometer el confort visual.

Algunos lugares hablan el lenguaje del agua. En las zonas inundables, la norma ASCE 24 establece las alturas mínimas, los tipos de cimientos y los requisitos de materiales relacionados con el riesgo de inundación y la importancia del edificio. Estas normas, lejos de matar las ideas, orientan los proyectos hacia plantas bajas elevadas, paredes desmontables y estructuras resistentes que permiten a las comunidades seguir funcionando después de una tormenta. Aquí, la resistencia es la claridad del diseño bajo presión.

¿Cómo pueden las regulaciones fomentar la innovación?

Las restricciones de carbono en ciudades como Nueva York han convertido las regulaciones legales en un motor climático. La Ley Local 97, al establecer límites de emisiones para los grandes edificios, incentiva a los propietarios a renovar la envolvente del edificio, utilizar sistemas eficientes y energía limpia. La carrera por cumplir con la ley es también una carrera por repensar las fachadas, las salas de instalaciones y la logística de la renovación; un resumen de diseño urbano impulsado por la ley.

La protección de la vida silvestre ha transformado el vidrio. La Ley Local 15 de Nueva York exige la aplicación de medidas respetuosas con las aves en alturas y condiciones críticas, lo que ha fomentado la aparición de nuevos diseños de frita, revestimientos reflectantes de rayos UV y detalles en los marcos que reducen las colisiones sin comprometer las vistas ni la luz natural. En este caso, la normativa se convierte en una estética silenciosa: un vidrio que tiene en cuenta a los habitantes no humanos de la ciudad.

Y cuando los códigos amplían las posibilidades de materiales como la madera de alta densidad, no solo dan luz verde a las innovaciones, sino que catalizan nuevas tipologías y cadenas de suministro, desde losas de suelo CLT hasta núcleos híbridos, todo ello bajo estrictas normas de seguridad contra incendios. La innovación no surge a pesar de las regulaciones, sino que, por lo general, gracias a ellas.

Casos prácticos de brillo limitado

La Moriyama House de Tokio aborda los retos que plantean un terreno diminuto, las preocupaciones por la privacidad y las estrictas restricciones urbanísticas, y transforma la «casa» en una pequeña aldea compuesta por habitaciones y patios. El resultado es una vida flexible, una comunidad permeable e interiores llenos de luz; una libertad esculpida a partir de las duras realidades de un barrio densamente poblado.

En el Museo de Arte Kimbell, las delicadas obras de arte requerían un control estricto de la luz y la temperatura. La solución de Louis Kahn consistió en bóvedas cicloides con ventanas de techo continuas y reflectores suspendidos. Esta solución convirtió las restricciones de conservación en una característica poética del edificio: una luz natural suave, uniforme y de vitalidad infinita.

El proyecto de renovación del Grand Parc de Burdeos demuestra cómo las restricciones financieras, sociales y de construcción pueden generar más vida, en lugar de menos. Al conservar la estructura y añadir capas habitables (jardines de invierno lo suficientemente profundos como para convertirse en habitaciones), Lacaton & Vassal ofrece lujo cotidiano con un presupuesto de vivienda social y los residentes permanecen en sus hogares. Se trata de una lección magistral sobre cómo convertir las limitaciones en oportunidades.

Si el objetivo es la libertad, la restricción también es un arte. Los códigos determinan lo que no se puede negociar. Los presupuestos centran la intención. Los materiales enseñan humildad. El clima marca el ritmo. El lugar escribe la historia. La arquitectura gana su libertad escuchando todo y respondiendo con sensibilidad, cortesía y valentía.

Política espacial y derecho a la ciudad

La expresión «derecho a la ciudad» comenzó como una provocación y se convirtió en un programa. Henri Lefebvre defendía que el espacio urbano no debía producirse únicamente como una mercancía, sino que debía ser creado y gestionado conjuntamente por las personas que vivían en él. Los estudios políticos posteriores convirtieron esta idea en tareas concretas para los gobiernos y los diseñadores: ampliar la participación, proteger el acceso y abordar la inclusión como un elemento fundamental del desarrollo urbano, y no como un elemento secundario. En este contexto, la arquitectura nunca es neutral; cada anchura de puerta, cada forma de banco, cada norma de plaza y cada política de vivienda distribuye el poder.

Hoy en día, el «derecho a la ciudad» constituye la base de las agendas internacionales y los estatutos locales, y exige que las ciudades garanticen la no discriminación, la participación significativa y el acceso equitativo a la vivienda, el transporte y los espacios públicos. Este cambio replantea los problemas de diseño como cuestiones de ciudadanía: ¿Quiénes pueden estar aquí? ¿A quiénes se escucha antes de comenzar la construcción? ¿Quiénes pueden quedarse cuando el barrio mejora? Las respuestas se encuentran tanto en la ley como en el plan urbanístico.

Acceso, inclusión y diseño democrático

La inclusión comienza con las cosas que puedes tocar. El Diseño Universal ofrece principios sencillos y probados en la práctica (uso equitativo, flexibilidad, uso sencillo) que ayudan a que las habitaciones, las calles y los vehículos sean accesibles para el mayor número posible de personas. En Estados Unidos, las Normas ADA de 2010 han convertido estos principios éticos en estándares mínimos aplicables para el acceso a instalaciones públicas y comerciales. Cuando los equipos los consideran una base y no un techo, las rampas, los caminos, las puertas y los mostradores dejan de ser excepciones y se convierten en momentos de dignidad.

La democracia se manifiesta tanto en el proceso como en el resultado. Sherry Arnstein, en su «escalera de participación ciudadana», advirtió que las ayudas sociales simbólicas pueden ocultar que todo sigue igual; el poder solo se mueve cuando las comunidades ayudan a determinar las prioridades y a controlar los recursos. Las ciudades que abren sus presupuestos a los ciudadanos, como los ciclos de presupuestación participativa de Nueva York, convierten la participación en elecciones vinculantes sobre parques, escuelas y mejoras de seguridad. Los modelos de barrio como la «ciudad de 15 minutos» también fomentan la inclusión al situar las necesidades diarias a una corta distancia a pie o en coche, reduciendo así los costes de tiempo y dinero que provocan una exclusión silenciosa.

Gentrificación y la ilusión electoral

La gentrificación suele describirse como una historia de preferencias individuales —nuevas cafeterías, nuevos inquilinos, nuevos gustos—, pero las investigaciones demuestran que hay un sistema subyacente. Las inversiones públicas y los cambios políticos modifican el valor de los terrenos y, cuando no se adoptan medidas de protección, los inquilinos con bajos ingresos pagan el precio mediante aumentos de alquiler y desalojos. Las pruebas recopiladas por el Urban Displacement Project muestran que determinadas inversiones, como las nuevas líneas ferroviarias y las zonas de estaciones, aumentan el riesgo de desalojo cuando las medidas de protección contra el desalojo son insuficientes. La libertad de elección se percibe hasta que finaliza el contrato de alquiler.

El estrés climático agrava aún más la situación. En el barrio Liberty City de Miami, el aumento del nivel del mar ha hecho que los barrios situados en zonas elevadas empiecen a atraer el interés especulativo; a esta situación se le ha dado el nombre de «gentrificación climática». La reurbanización promete resiliencia, pero puede excluir a las comunidades más expuestas al riesgo a través de la fijación de precios. La lección que se debe extraer de esto no es detener la inversión, sino combinarla con herramientas de derecho a la vivienda (estabilización de alquileres, viviendas con restricciones de ingresos y gestión comunitaria), de modo que las personas que sufren los impactos también puedan beneficiarse de ella.

Simulación del aumento del nivel del mar en 2150 y su impacto en Miami.

Espacios públicos personalizados y fronteras invisibles

Algunos espacios «públicos» no son públicos en sentido jurídico. Los Espacios Públicos de Propiedad Privada (POPS) de Nueva York son plazas y pasajes cedidos por los promotores a cambio de superficie adicional; estos espacios deben permanecer abiertos y cumplir con los requisitos anunciados en cuanto a instalaciones y señalización, pero son sus propietarios quienes establecen las normas de comportamiento y gestionan el acceso. Esta ambigüedad quedó patente durante el campamento Occupy Wall Street en Zuccotti Park, donde las protecciones habituales de la Primera Enmienda se enfrentaron al control privado. Este caso puso de manifiesto cómo las normas de gobernanza pueden reducir silenciosamente el espacio de reunión.

Londres tiene su propio mapa de plazas «supuestamente públicas» patrulladas por guardias de seguridad privados y gestionadas con normas poco transparentes. Aunque el acceso sea nominalmente libre, hay pequeños detalles «hostiles», como carteles, aplicación selectiva de las normas o bancos divididos, que trazan límites invisibles sobre quién puede pasar tiempo allí. Las investigaciones sobre la arquitectura defensiva o hostil documentan cómo estos microdiseños controlan el comportamiento y, al mismo tiempo, socavan la inclusividad para las personas sin hogar, los ancianos y las familias. El diseño puede fomentar la vida civil o eliminarla.

El papel de la arquitectura en la movilidad social

El entorno estructurado puede ampliar o reducir el camino que lleva de la infancia a las oportunidades. Las pruebas a largo plazo obtenidas del experimento Moving to Opportunity muestran que, cuando los niños pequeños se trasladan de barrios con altos índices de pobreza a barrios con índices más bajos, aumentan las tasas de asistencia a la universidad y mejoran los ingresos de los adultos, lo que se traduce en ganancias medibles a lo largo de la vida; la sincronización y la estabilidad son importantes. Este hallazgo replantea la pregunta «¿dónde?» en términos políticos: viviendas asequibles, escuelas, bibliotecas y clínicas situadas a una distancia real de las redes laborales y sociales, y la ciudad se convierte en una escalera.

La movilidad no se limita únicamente a las viviendas. El sistema de transporte público por teleférico de Medellín ha reducido los tiempos de desplazamiento al conectar los barrios situados en laderas empinadas con el centro de la ciudad y, en las zonas donde se ha implantado, ha logrado una importante reducción de los índices de homicidios, especialmente cuando se combina con bibliotecas y espacios públicos. Cuando la infraestructura se diseña junto con las zonas marginadas y para ellas, puede redistribuir los elementos fundamentales de la movilidad: el tiempo, la seguridad y la visibilidad.

Diseñar con voces marginadas (y para ellas)

«Sin nosotros, nada sobre nosotros» se ha convertido en un hito en materia de derechos de las personas con discapacidad y más allá, porque expresa una simple verdad: los diseños que excluyen a las personas del proceso de toma de decisiones probablemente también las excluirán de los resultados. La justicia en el diseño amplía esta ética y propone que los proyectos sean gestionados por las personas más afectadas, que rindan cuentas ante sus comunidades y que se preste atención a cómo la raza, el género, la clase social y las capacidades determinan los perjuicios y beneficios del diseño. No se trata de caridad, sino de que el proyecto sea gestionado por personas informadas que viven las condiciones que desean cambiar.

Hay modelos que pueden servir de ejemplo. En Boston, la Iniciativa del Barrio de Dudley Street, a través de un fideicomiso comunitario, ha dotado al territorio de poder comunitario, lo que ha permitido un control local sobre la asequibilidad y el desarrollo a largo plazo. En otros lugares, los procesos de diseño colaborativo estructurados, desde la transformación de patios escolares hasta laboratorios comunitarios, demuestran que cuando las instituciones comparten herramientas y presupuestos, los residentes pueden establecer criterios, diseñar alternativas y gestionar la implementación. Cuando la participación se convierte en apropiación, el «derecho a la ciudad» se convierte en una práctica cotidiana.

Los aspectos psicológicos de la libertad espacial

La libertad espacial comienza en la mente. Las personas no solo se mueven por las habitaciones; crean expectativas, historias y emociones sobre lo que esas habitaciones les permiten hacer. La psicología ambiental muestra que los espacios despiertan dimensiones reconocibles de la experiencia (entre ellas, la coherencia, el encanto y la calidez del hogar) y que estas dimensiones determinan nuestra sensación de libertad para permanecer, explorar o retirarnos de ese espacio. Diseñar para la libertad significa diseñar estas respuestas internas con el mismo cuidado que ponemos en el diseño de paredes y ventanas.

Autonomía percibida y real en el diseño

La autonomía tiene que ver, en parte, con lo que realmente te permite cambiar un edificio y, en parte, con lo que sientes que puedes influir. Los experimentos clásicos de campo han demostrado que, cuando se ofrecen opciones reales a los residentes de residencias de ancianos (por ejemplo, cuidar de una planta o elegir las horas de actividad), su estado de ánimo y su salud mejoran de forma cuantificable. Esto demuestra que incluso un pequeño y real control puede recuperar la voluntad. Los espacios que no solo ofrecen variedad decorativa, sino también decisiones significativas, tienden a proporcionar una mayor mejora.

Los diseñadores también deben evitar las «falsas» elecciones, es decir, las ilusiones de control. Los estudios de psicología y neuroimagen muestran que la oportunidad de elegir es gratificante por naturaleza y activa los sistemas de valoración y recompensa del cerebro; sin embargo, las teclas vacías y los botones falsos solo simulan esta recompensa y pueden generar frustración cuando las personas se dan cuenta de que nunca han tenido el control. La lección que se puede extraer de esto es sencilla: si se transmite una señal de control mediante una palanca, una tecla, una partición móvil o una sala reservable, hay que asegurarse de que el control sea real y tenga consecuencias.

Planos abiertos y la paradoja de la privacidad

Los diseños abiertos prometen libertad —luz, visibilidad, flexibilidad— pero suelen eliminar la privacidad que hace que la libertad se sienta segura. Estudios a gran escala que comparan diseños de oficinas revelan que los diseños abiertos tienen un rendimiento inferior al de las oficinas privadas en términos de acústica, privacidad percibida y satisfacción general. Las personas se adaptan a esta situación reduciendo la colaboración cara a cara, a pesar de estar más expuestas, recurriendo a auriculares y mensajes. El título es contradictorio: sin un silencio controlable, la apertura reduce la energía social que espera generar.

La solución práctica no consiste en abandonar la transparencia, sino en reintegrar la privacidad como un recurso que las personas puedan controlar. Las pequeñas salas a las que se puede acceder sin permiso, las cabinas telefónicas con aislamiento acústico real y los muebles que reducen el ruido permiten a los usuarios elegir cuándo estar visibles y cuándo retirarse. Cuando un plan combina vistas y refugios (zonas de visión clara y lugares donde esconderse), las personas recuperan la libertad de gestionar su atención y su exposición social según sus propias condiciones.

Libertad de movimiento y orientación

Si no sabes dónde estás o cómo llegar al lugar al que debes ir, la libertad se convierte en ansiedad. Kevin Lynch denominó la característica que previene esto como «visibilidad»: la capacidad de crear un mapa mental claro de las calles, los bordes, las zonas, los nodos y las estructuras emblemáticas. Décadas de investigación sobre la orientación han ampliado esta idea a métodos para dar forma a patrones, secuencias y señales, de modo que los edificios se lean como historias legibles en lugar de como acertijos. Lo importante no es solo la claridad, sino la dignidad en movimiento.

La neurociencia añade una dimensión más profunda: las personas se orientan mediante el sistema hipocampo-entorrinal, que crea mapas cognitivos, incluyendo códigos similares a las células de rejilla que rastrean la ubicación y la orientación. Cuando los entornos, los puntos de referencia, las líneas de visión y los puntos de decisión ligeros son compatibles, se alinean con el mecanismo natural de mapeo del cerebro y reducen la carga cognitiva. Piensa en amplios conos de visión en las intersecciones, nudos distintivos y pistas consistentes desde la entrada hasta el punto de llegada: la arquitectura preferida comienza con la capacidad de elegir una ruta sin esfuerzo.

Reacciones emocionales al control espacial

Las personas no solo se sienten abarrotadas cuando hay mucha densidad, sino también cuando sienten que no pueden organizar sus contactos o retirarse. Los modelos básicos distinguen la densidad física de la sensación de aglomeración y relacionan el estrés con los objetivos bloqueados y la falta de control. La teoría de la regulación de la intimidad enmarca el diseño como una herramienta para ajustar el nivel de interacción que deseamos: los umbrales, las puertas, las cortinas y las zonas nos ayudan a mantener la distancia social adecuada. En este contexto, un vestíbulo de entrada o un respaldo de banco bien situados no son un detalle, sino una infraestructura emocional.

El acceso a la naturaleza puede regular aún más el estrés. Las pruebas clínicas clásicas demuestran que incluso la vista de una ventana con árboles en lugar de una pared de ladrillos puede acelerar la recuperación postoperatoria y reducir el uso de analgésicos. Estudios más exhaustivos revelan que la exposición a la naturaleza se asocia con un menor estrés autoinformado y, en algunos estudios, con una disminución del cortisol. Añadiendo elementos biófilos a lugares con opciones limitadas, como pasillos, salas de espera y puntos de tránsito, se puede proporcionar un apoyo tranquilizador al sistema nervioso en situaciones en las que la autonomía se ve temporalmente reducida.

Neurociencia y la experiencia electoral

La elección no es solo una filosofía, sino también un sentimiento. Los experimentos demuestran que anticipar la oportunidad de elegir activa los circuitos de recompensa, especialmente en el estriado ventral, mientras que los centros de valoración, como la corteza prefrontal ventromedial, integran el valor que tiene esa elección para nosotros. Estudios más recientes sugieren que las respuestas neuronales al control percibido pueden incluso predecir el bienestar futuro y subrayan por qué los entornos que ofrecen elecciones reales y comprensibles nos hacen sentir tan bien.

Convertir esto en un espacio significa ofrecer opciones que el cerebro pueda percibir y disfrutar sin cansarse. Numerosas rutas realmente diferentes en cuanto a sensación y duración, microajustes que admiten diferentes posturas y niveles de privacidad, y controles que reflejan claramente el resultado de la acción ayudan a los usuarios a experimentar la voluntad en lugar de sentirse abrumados por la carga de la decisión. Cuando la arquitectura permite a las personas sentir, comprender y aplicar el control a escala de una silla, una habitación y una ruta, la libertad pasa de ser un eslogan a convertirse en una realidad cotidiana y tangible.

Herramientas, tecnología y el papel cambiante del arquitecto

El cambio más importante en las herramientas de diseño no es la velocidad ni la pompa, sino el cambio en la autoría. El software ya no se limita a registrar, sino que también ofrece sugerencias. Las normas combinan muchas herramientas en un único diálogo. La aplicación está pasando de crear un único objeto «definitivo» a mantener sistemas vivos, como reglas, conjuntos de datos y plataformas, que otros pueden ampliar. Esta evolución no reduce el papel del arquitecto, sino que lo reposiciona. La curación, la ética y la interoperabilidad se vuelven tan decisivas como la composición. Los esquemas de datos abiertos y no registrados, como IFC, y los estándares de procesos, como ISO 19650, hacen que el trabajo con múltiples herramientas y equipos sea comprensible a lo largo de los ciclos de vida de los proyectos, y ahí es donde comienza la libertad para los clientes y las comunidades.

El segundo cambio es de naturaleza cultural. Entre 2024 y 2025, las asociaciones profesionales y las empresas informaron de un fuerte aumento de los experimentos y aplicaciones de inteligencia artificial, al tiempo que exigieron normas más claras en materia de propiedad, riesgo y justicia. Los mismos informes indican que, con la generalización de la automatización, la profesión ha aprendido a «mantener al ser humano dentro del ciclo». La tarea que nos espera en el futuro no será tanto elegir una herramienta milagrosa, sino decidir cómo se tomarán las decisiones, quién las tomará, qué datos se utilizarán y bajo qué obligaciones.

Diseño paramétrico y agencia algorítmica

El diseño paramétrico replantea un proyecto no como una forma fija única, sino como un espacio negociable de reglas como la geometría, el rendimiento y la fabricación. Según la propia explicación de Schumacher y los estudios académicos recientes, la «paramétrica» es tanto un estilo como una metodología: los elementos se vuelven variables y compatibles entre sí, y los diseñadores establecen relaciones de tal manera que cualquier cambio que se produzca en un lugar se refleje de forma coherente en toda la estructura. El poder no proviene de la curva, sino de la capacidad de establecer conexiones entre miles de piezas, entre la intención y el resultado.

Un ejemplo clásico es el auditorio de la Elbphilharmonie. Los 10 000 paneles acústicos únicos de este auditorio se han fabricado y producido mediante un proceso paramétrico para que el sonido y las superficies se adapten entre sí. Otro ejemplo son las investigaciones que se llevan a cabo desde hace tiempo en torno a la Sagrada Família. En este caso, la geometría paramétrica y relacional ha ayudado a convertir las reglas analógicas de Gaudí en una lógica digital construible. En ambos casos, el papel del arquitecto pasa de elegir una forma a dar forma a las reglas que rigen muchas formas buenas y, a continuación, evaluar cuál de ellas se adapta mejor a la vida.

El futuro de la inteligencia artificial, la automatización y la personalización

La IA amplía este proceso de creación de reglas hasta la búsqueda de patrones. En el sector de la vivienda, la personalización masiva está pasando de las promesas al flujo de trabajo: las arquitecturas de soluciones modulares y los configuradores permiten a muchos hogares obtener soluciones «lo suficientemente personalizadas» sin tener que pagar precios especiales, y los últimos estudios muestran que el CAD/CAM y los procesos algorítmicos desempeñan un papel fundamental a la hora de hacerlo rentable. En la estrategia industrial, la personalización masiva en la era de la IA se basa en kits modulares y arquitecturas de selección guiada para que los usuarios puedan encontrar su camino sin ahogarse en la complejidad.

La tasa de aceptación está aumentando rápidamente. Según la encuesta de RIBA de 2024, el 41 % de los arquitectos ya utilizaba la inteligencia artificial de alguna forma; un año después, RIBA informó de que esta tasa había aumentado hasta aproximadamente el 59 %, a pesar de que los miembros solicitaban directrices de aplicación más claras. En la práctica, los equipos utilizan herramientas productivas para ampliar sus opciones, plataformas de proveedores para probar rápidamente las compensaciones y servicios en la nube como Hypar para automatizar la planificación del espacio según las normas del programa, manteniendo la conexión con Revit/BIM. No se trata de un sustituto, sino de un refuerzo, siempre que se especifiquen claramente la autoría, la propiedad y la responsabilidad.

La AIA ya ha planteado preguntas sobre la propiedad de los diseños generados por IA y ha instado a las empresas a establecer políticas sobre qué herramientas se pueden utilizar y qué datos se pueden introducir en ellas. Mientras tanto, el perfil de gestión de riesgos de la IA generativa del NIST advierte que, a menos que los equipos basen los modelos en datos reales de suministro, costes y código, la automatización puede producir resultados convincentes pero contextualmente erróneos. La lección práctica para los arquitectos es considerar la IA no como una máquina de tomar decisiones, sino como un motor de sugerencias dentro de un proceso gestionado por humanos.

Participación del usuario en los procesos de diseño digital

La participación digital no es un buzón de comentarios, sino una herramienta. El programa Block-by-Block de ONU-Hábitat muestra cómo una herramienta de juego tan familiar como Minecraft permite a los residentes crear conjuntamente ideas espaciales y generar propuestas lo suficientemente precisas como para informar a los ingenieros, pero lo suficientemente accesibles como para que los no expertos puedan remodelarlas.

La tecnología inmersiva está ampliando este canal. Los estudios revisados por pares sobre AR/VR para la planificación demuestran que permitir a las personas experimentar las propuestas a escala real mejora la comprensión y la calidad de los comentarios, especialmente para aquellos que suelen quedar excluidos por los dibujos y la jerga. Los proyectos piloto civiles recientes van aún más lejos: los residentes de Tampa Bay pudieron ver las propuestas de resistencia a las inundaciones a través de la RA basada en teléfonos móviles, escaneando un código QR en la calle. Se trataba de un pequeño cambio de entorno que convertía la infraestructura abstracta en algo que la gente podía debatir realmente. La participación da mejores resultados cuando se percibe como un uso, no como una tarea.

Arquitectura de código abierto y cooperación global

El código abierto convierte los métodos en bienes comunes. WikiHouse publica el sistema de madera cortada con CNC como bloques de construcción descargables, lo que permite a las microfábricas locales producir piezas de alto rendimiento que se pueden montar en pocas horas. Este proyecto forma parte de la iniciativa más amplia Open Systems Lab, que aborda los sistemas de construcción como un código que cualquiera puede examinar y mejorar. En cuanto a los datos, la plataforma de código abierto de Speckle permite a los equipos compartir modelos entre herramientas, añadir comentarios y realizar cambios de versión, lo cual es muy importante en situaciones en las que los proyectos se llevan a cabo en múltiples aplicaciones y franjas horarias. No se trata de gadgets, sino de gobernanza a través de la transparencia.

Esta idea también tiene su manifiesto. La obra de Carlo Ratti titulada «Arquitectura de código abierto» defendía hace diez años que el prototipado digital y la colaboración en red podían democratizar la autoría en el entorno construido; el proceso de elaboración colaborativa del proyecto demostró la validez de su argumento. Si se combina esta postura cultural con normas estrictas como la IFC (ISO 16739), se obtiene tanto la ética como la infraestructura: permiso para compartir y un lenguaje común para que esto funcione.

Equilibrio y flexibilidad en el diseño centrado en la tecnología

El aspecto ético de todo esto no es un extra opcional. Las Normas Éticas de la AIA definen las obligaciones de la profesión frente al público, los clientes y el oficio, mientras que la guía de la AIA Trust sobre la inteligencia artificial generativa anima a las empresas a establecer límites claros, formar al personal y documentar los usos. Paralelamente, el marco de gestión de la información de la norma ISO 19650 y la idea del Entorno de Datos Compartido permiten a los equipos determinar de antemano qué decisiones corresponden a quién, qué archivos son autorizados y cómo se gestionarán las revisiones. De este modo, se puede obtener flexibilidad sin caos.

Existen riesgos reales en materia de denominación y diseño. El sesgo de la automatización puede llevar a los equipos a confiar excesivamente en los resultados fluidos; las investigaciones sobre inteligencia artificial urbana señalan el sesgo, la transparencia y la rendición de cuentas como preocupaciones recurrentes en las decisiones públicas. La solución es estructural: flujos de trabajo con ciclos humanos, conjuntos de datos auditables, estándares abiertos como IFC 4.3 para la trazabilidad y ciclos de revisión participativos que permitan a los usuarios afectados probar las propuestas antes de que se confirmen. Si la tecnología amplía las posibilidades, la gobernanza también debe ampliar su ámbito de responsabilidad.

El estudio preparado para el futuro será una mezcla entre una sala de redacción y un laboratorio: conjuntos de datos abiertos que funcionan con estándares abiertos, algoritmos que hacen sugerencias, personas que hacen críticas, comunidades que colaboran en la redacción y un registro documentado de cada decisión. Las herramientas proporcionan libertad al hacer que el cambio sea seguro, comprensible y compartible.

Diseñar para un futuro sin escribir

Diseñar para el futuro no consiste en predecir lo que sucederá en el futuro, sino en crear espacios, edificios y zonas capaces de adaptarse a las sorpresas. La forma más fiable de hacerlo es separar lo que debe permanecer inalterable de lo que debe cambiar, y luego proporcionar libertad de movimiento y herramientas a las capas que cambian. Las normas ya han formalizado esta idea. La norma ISO 20887 enmarca el «diseño para el desmontaje y la adaptabilidad» no como una visión, sino como un método, y ayuda a los equipos a planificar las conexiones, los servicios y los montajes, lo que permite que los espacios se puedan reconfigurar, reparar o desmontar sin desperdiciar recursos. Si se combina esto con el concepto de economía circular, se obtiene un resumen práctico: seguir utilizando los materiales en su máximo valor, reutilizarlos antes de reconstruir y considerar el edificio no como un producto de un solo uso, sino como un recurso duradero.

La perspectiva climática llega a la misma conclusión. La última evaluación del IPCC destaca que los lugares resilientes son aquellos que pueden adaptarse al estrés: cambiando los usos, gestionando el calor y el agua, y protegiendo a los grupos vulnerables a medida que los riesgos se intensifican. Desde el punto de vista del diseño, la resiliencia es más una coreografía que un refugio: elevar lo que debe permanecer seco, flexibilizar los planos para que las habitaciones puedan cambiar de función en caso de crisis y dejar abiertas las vías de mantenimiento y mejora, de modo que la adaptación no sea una intervención de emergencia, sino una acción rutinaria.

Resistencia y adaptabilidad en forma construida

Los edificios adaptables comienzan en detalles que la mayoría de las personas nunca ven. Cuando las estructuras, los núcleos y las fachadas se diseñan como capas y divisiones «duraderas», y los servicios y equipos como capas «flexibles», un proyecto gana opciones para décadas. Esta ética, resumida en el lema de RIBA «larga duración, adaptabilidad flexible, bajo consumo energético», ha resurgido como una guía práctica para la descarbonización, ya que un edificio adaptable es un edificio que evita la demolición. Tal y como se indica en la norma ISO 20887, la planificación para el desmontaje y la sustitución modular hace que las mejoras sean más baratas y rápidas; tal y como se recomienda en la guía de economía circular, la planificación para la reutilización hace que el carbono gastado funcione durante más tiempo.

A escala urbana, las políticas de «renovación primero» y las evaluaciones del ciclo de vida completo del carbono ofrecen a los propietarios razones claras para adaptar sus edificios existentes antes de construir uno nuevo. Las guías de ingeniería demuestran cada vez más que la renovación profunda puede prolongar la vida útil, reducir el riesgo y disminuir las emisiones concretas, al tiempo que aumenta el confort y la comodidad. Diseñar los edificios de hoy como buenas renovaciones para el mañana —servicios accesibles, altura generosa de los pisos, núcleos flexibles— convierte la resiliencia de un eslogan en una decisión de diseño.

La libertad como diálogo continuo

Cuando los equipos del proyecto siguen escuchando después del día de la inauguración, la libertad da buenos resultados. El Plan de Trabajo del RIBA incluye la «evaluación del uso» y la «evaluación posterior al uso» en las fases 6 y 7, de modo que la retroalimentación, la puesta en marcha estacional y los trabajos de retoque se convierten en prácticas estándar en lugar de extras opcionales. El modelo Soft Landings de BSRIA amplía este proceso y exige a los diseñadores y contratistas que sigan participando en las fases de entrega y primer uso, de modo que se corrijan las incompatibilidades y se extraigan lecciones. En este modelo, el edificio es una relación: se especifica el objetivo, se controla el rendimiento y se realizan ajustes conjuntos.

A nivel de gestión, Open Building proporciona un lenguaje para este diálogo: los apoyos compartidos por la comunidad y los rellenos controlados por los residentes. Cuando las responsabilidades están claras, el cambio se vuelve cotidiano; las familias, los administradores y los pequeños constructores pueden actuar sin alterar los elementos que mantienen unido el espacio. La libertad no es la ausencia de límites, sino la existencia de límites comprensibles que fomentan la participación.

Reinterpretación del espacio tras su uso

Los edificios enseñan cómo funcionan realmente después de que las personas se han mudado. La evaluación posterior al uso (inspecciones, datos de rendimiento, entrevistas) convierte estas lecciones en inteligencia de diseño. Decenas de años de aplicación e investigación demuestran que el POE aumenta la comodidad y la fiabilidad, al tiempo que reduce la «diferencia de rendimiento» entre las simulaciones y la experiencia real. Las guías nacionales ya no lo consideran un lujo de investigación, sino parte del ciclo de entrega. Cuando los ciclos de retroalimentación son normales, las habitaciones se pueden reajustar, las políticas se pueden reescribir y los proyectos futuros se pueden iniciar de forma más inteligente.

Una cultura POE madura también legitima la reinterpretación. Si un espacio de trabajo de lobby funciona mejor como tal o si una sala de reuniones debe ser una sala silenciosa, los equipos pueden primero cambiar los letreros, el mobiliario y las reglas de reserva, y luego, si la demanda continúa, cambiar las particiones o los servicios. Este tipo de iteración funciona si la estructura está diseñada para moverse y si el contrato incluye un período de escucha.

Marcos sobre la certeza: una nueva ética del diseño

Algunos de los «edificios» más influyentes sentaron las bases para el comportamiento futuro. El Fun Palace de Cedric Price imaginó una estructura programable en la que las actividades podían añadirse o eliminarse según se deseara, convirtiendo el cambio en la función principal del proyecto. Esta sensibilidad también tiene su eco en las aplicaciones contemporáneas: pensar en la arquitectura como un sistema que ofrece posibilidades, mantener los componentes intercambiables y permitir que la cultura reescriba el guion. Se trata de una ética acorde con la circularidad y la tradición de la «adaptación duradera y flexible», una transición del objeto perfecto a la plataforma resistente.

Las normas ayudan a convertir esta ética en práctica. La norma ISO 20887 proporciona criterios de adaptabilidad y desmontaje que los diseñadores pueden probar, mientras que las guías de economía circular ofrecen vías de decisión para la reutilización, la reparación y la recuperación. Cuando estos marcos orientan las decisiones iniciales (rejillas, núcleos, vías de servicio), el resultado es una arquitectura que espera ser ordenada en lugar de ser enterrada.

El arquitecto no es quien responde, sino quien pregunta.

Las ciudades se enfrentan a «problemas complejos» tal y como los definen Rittel y Webber: problemas que no tienen una única definición ni una solución definitiva. En un mundo así, la habilidad más valiosa del arquitecto es formular las preguntas adecuadas, diseñar sistemas modificables y realizar pruebas honestas con las personas afectadas. Su función está pasando de producir resultados definitivos a recopilar pruebas y opciones.

Esta actitud no reduce los estándares, sino que los eleva. La evaluación del rendimiento de los edificios formaliza el aprendizaje a lo largo de toda la vida útil del proyecto, y los comentarios posteriores a su uso basan las decisiones en la realidad vivida, más que en los planos. Cuando la aplicación se organiza en torno a las siguientes preguntas — ¿Qué debe permanecer? ¿Qué debe cambiar? ¿Quién toma las decisiones y cuándo? —, el diseño se convierte en un proceso social capaz de adaptarse continuamente a lo que depare el futuro.

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